Post-verdad Digital

Viajar en tiempos de la 4T

Resulta increíble que el nuevo aeropuerto lleve más de un mes abierto y que tenga un mínimo de vuelos en un mercado que se encuentra saturado.

Nos están tratando de acostumbrar a mal vivir, todos los días, poco a poco. Por ejemplo, desde que empezó este sexenio, hemos ido perdiendo libertad para movernos por el país y sus ciudades con tranquilidad. Todo debido a la acumulación de malas decisiones, corrupción y omisiones de nuestros gobernantes que generan diversas consecuencias que cada día nos afectan más.

La primera de esta serie de malas decisiones fue la cancelación del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México (NAIM) y su sustitución por el Aeropuerto Felipe Ángeles (AIFA), un proyecto cuando menos insuficiente para liberar el tráfico del actual eeropuerto de la Ciudad de México (AICM). Resulta increíble que el nuevo aeropuerto lleve más de un mes abierto y que tenga un mínimo de vuelos en un mercado que se encuentra saturado, siendo uno de sus principales problemas que está muy lejos y la gente no quiere ir hasta allá.

La respuesta del gobierno al problema de la baja demanda ha sido obligar a las aerolíneas a abrir rutas limitando los vuelos en el viejo aeropuerto, con la consecuencia lógica de que los vuelos desde del AICM se encarezcan ya que habrá menos oferta, mientras que en el AIFA técnicamente serían más baratos, pero el costo y tiempo de transporte es tan alto que posiblemente salga igual o con muy poca diferencia. Cabe resaltar que el AIFA no es ni una cuarta parte del tamaño de lo que hubiera sido el NAIM.

Pero el mayor problema fue cuando se rediseñó del espacio aéreo para que ambos aeropuertos pudieran convivir y no se tomó en cuenta la opinión de las instituciones internacionales especializadas en este tema, lo que llevó a dos graves consecuencias. La primera fue que nuestro sector aéreo perdió la categoría 1 otorgada por Estados Unidos a los países con los que tienen vuelos, lo que limita el tráfico comercial, las posibilidades de competir de nuestras líneas aéreas y deja una mala imagen del país. La segunda y más grave es que se juega con la vida de los usuarios de servicios aéreos, incluso la importante Federación Internacional de Pilotos de Líneas Aéreas hizo un llamado de alerta por accidentes debido a la entrada en funcionamiento del AIFA, cosa que el gobierno minimizó, pero la realidad es que las probabilidades de un accidente aéreo son mucho más altas que cuando empezó el sexenio.

Además, en el tema del rediseño del espacio aéreo hay otro importante factor de corrupción, nepotismo y malas decisiones que debilitó al sector: la 4T puso como titular de la Seneam, institución encargada de controlar la navegación y el espacio aéreo, a su incondicional Víctor Manuel Hernández Sandoval, quien con su llegada corrió a casi todo el equipo de trabajo, integrado por gente experimentada, para poner a nuevas personas con poco conocimiento, sometidos a largas jornadas de trabajo y con pocos días de descanso, esto ¡en puestos que implican la vida de miles de personas al día! Según el Sindicato Nacional de Controladores de Tránsito Aéreo (Sinacta), los errores se incrementaron en 300 por ciento, como consecuencia del rediseño del espacio aéreo. El video de los aviones de Volaris del sábado 7 de mayo solo es la punta del iceberg, de hecho, la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT) había publicado en un comunicado el viernes 6 de mayo que “no tenían reportes oficiales” de ningún incidente aéreo, cosa que después supimos era mentira.

A esta suma de eventos desafortunados que han golpeado nuestro sector de transportes, hay que agregar la tragedia de la línea 12 del Metro que, debido a la corrupción, la terrible política de austeridad y la falta de profesionalismo, ya cobró la vida de 26 personas y dejó heridas a otras. Es increíble que un año después no haya nadie en la cárcel por estos hechos, aunque todos sabemos que los responsables son Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Miguel Ángel Mancera, así como sus proveedores y funcionarios que tomaron la decisión de hacer un proyecto sobrecotizado, mal ejecutado y al que no se le dio mantenimiento.

Finalmente está la inseguridad sin límites en varias carreteras del país, la cual afecta a particulares, pero especialmente a transportistas y por lo tanto al comercio nacional. Es tan grave el problema que la gente evita viajar a menos que sea necesario y la cantidad de vidas perdidas debido a asaltos y violencia es cada vez más difícil de calcular, aunque todos hemos escuchado las historias. Todo esto agravado por la política de ‘abrazos, no balazos’, que mejor debería llamarse ‘que el crimen haga lo que quiera’ -lo cual efectivamente así hacen-. ¿Para qué queremos un Estado con el monopolio de la violencia si no es para que se nos proteja?

Una cosa es clara, del actual gobierno no solo estamos padeciendo su resentida agenda de extrema izquierda, también padecemos la enorme ignorancia, incompetencia y mediocridad de sus integrantes. No es lo mismo estar de grillo, sin terminar tus estudios, pero participando desde la oposición, tomando universidades, cerrando calles, gritando consignas en las plazas o de troll en redes sociales, que verdaderamente gobernar. Les falta formación y somos los ciudadanos quienes estamos resintiendo su corrupción y su ignorancia. No normalicemos el vivir mal, sin las mínimas garantías y derechos.

COLUMNAS ANTERIORES

Trump, México y China… no se vayan a equivocar
INAI y la institucionalización de la corrupción

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.