La cancelación del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México en 2018 ha tenido una suerte de efecto dominó que ha llevado a tomar cada vez peores decisiones respecto al sector aéreo solo para cubrir la enorme equivocación que cometió el presidente al cancelar la obra insigne de su predecesor. Hoy esta serie de tonterías, una más grande que la anterior, nos ha llevado al punto en que la actual solución presidencial para que el AIFA tenga vuelos de pasajeros sea ¡entregar el espacio aéreo nacional a las empresas extranjeras!
Así es, la última ocurrencia presidencial es la propuesta de permitir a las aerolíneas extranjeras que compitan con vuelos que tienen su origen y destino dentro del territorio nacional, todo esto a cambio de nada. En otras palabras, la propuesta del presidente sobre el llamado “cabotaje” es lo mismo que regalar el espacio aéreo mexicano a las empresas extranjeras, no hay un acuerdo de reciprocidad que permita a las empresas nacionales abrir rutas en otros países, no hay un cobro extraordinario de impuestos por este regalo, simplemente es por la necedad de que se use más el aeropuerto de Santa Lucía y tener una foto con un avión de pasajeros en vez de con uno de DHL.
Esta propuesta no tiene ninguna lógica, sobre todo si recordamos que hace unos meses López Obrador anunció que Mexicana de Aviación se convertiría en una aerolínea del Estado, operada por los militares, y que en breve estaría volando de nuevo. Entonces, ¿para qué quiere el presidente ponerle más competidores a su nueva aerolínea? Las respuestas podrían ser que esta es, simplemente, una nueva amenaza para obligar a las empresas aéreas nacionales a moverse al AIFA, o que ya no va a haber rescate de Mexicana porque se dio cuenta que operar un servicio como este sería crear un nuevo barril sin fondo para los recursos del Estado mexicano.
Es importante resaltar que el sector aeronáutico es uno de los más afectados por la llegada de la 4T, como decíamos, todo empezó con la cancelación del Nuevo Aeropuerto de Ciudad de México, que iba a ser uno de los más grandes del mundo con capacidad de atender a muchos más vuelos que el actual AIFA, además de estar mucho más cerca de la CDMX y tener mejores conexiones, lo que facilitaba el acceso de los usuarios a esta central aérea o su transborde a vuelos en el aeropuerto Benito Juárez.
Después, mientras construían el AIFA, se encontraron con el problema de poder meter sus rutas en el espacio aéreo comercial, ya que esto implicaba cambiar la manera en que los aviones entraban y salían de la CDMX. Así que se hizo una muy criticada reingeniería de la distribución del espacio aéreo, para esto, corrieron a todo el experimentado personal que hizo este trabajo por años y los suplieron con burócratas cuyas características más destacadas son un 90 por ciento de lealtad y un 10 por ciento de capacidad. Este nuevo equipo hizo todos los cambios que se les pidieron, a pesar de que las consultoras especializadas en estos servicios hicieron notar los riesgos de sus decisiones. El resultado de esta nueva suma de malas decisiones llevó a que México perdiera la categoría 1 de seguridad aérea otorgada por Estados Unidos que, como sabemos, es nuestro principal socio comercial y con quien compartimos nuestro mayor volumen de vuelos internacionales.
Al presidente poco le importó esta degradación de categoría, pero para las aerolíneas comerciales implicó la imposibilidad de abrir nuevas rutas a Estados Unidos y por lo tanto, la pérdida de competitividad ante las líneas estadounidenses que sí pueden abrir nuevas rutas. Es fecha que no se ve voluntad política para recuperar la categoría 1. Además, no conformes con lo anterior, el gobierno limitó la cantidad de vuelos que pueden salir desde el viejo aeropuerto de la CDMX con la idea, nuevamente, de obligar a las aerolíneas a mover sus vuelos al AIFA.
En todas estas acciones resalta la enorme soberbia de nuestros gobernantes y su desconexión absoluta con la realidad, no se sentaron a pensar si a la gente que usa los servicios aeroportuarios les convenía la ubicación del AIFA que está, por ejemplo, a más de 50 km de la Fuente de Petróleos, simplemente dijeron: “ahí está el aeropuerto, úsenlo porque yo así lo digo y por cierto, los baños tienen imágenes de luchadores y tenemos un museo con mamuts”. Pareciera que creen que el AIFA es un destino turístico y no un medio para llegar a un destino.
No importa cuánto traten de orillar a las aerolíneas para que se muevan a Santa Lucía, esa no es la solución a esta necedad presidencial, el problema de fondo es que el mercado de usuarios que viaja más frecuentemente por avión no quiere volar desde ahí porque no es una locación conveniente y prefieren hacerlo desde un saturado y viejo aeropuerto pero que está mucho más cerca de sus casas, así de aplastante es la realidad.
Todo esto nos lleva al día de hoy, en que estamos a punto de entregar nuestra soberanía aérea a empresas extranjeras y dar un paso más para llevar a la quiebra a las empresas aeronáuticas nacionales que generan miles empleos y pagan impuestos en nuestro país, todo para que un presidente, que ya ve el fin de su sexenio, pueda decir: “ya ven, yo tenía razón al cancelar el NAIM…”