Esta misma semana tendremos de nueva cuenta un nuevo ajuste de política monetaria a nivel local. La dirección del ajuste no será una sorpresa, nos aguarda una nueva alza de la tasa de interés de referencia. La dinámica inflacionaria y sus correspondientes expectativas, tanto a nivel local como internacional, no dan motivos para esperar otra cosa. Como en las anteriores ocasiones, la decisión no estará exenta de dilemas, siendo la debilidad económica local la principal limitante para profundizar demasiando en el terreno restrictivo de la política monetaria. No obstante, razones sobran para anticipar un ciclo de ajuste en las condiciones monetarias locales que podría extenderse por buena parte del presente año. A continuación, algunas reflexiones que considero clave.
Primero, tenemos que recordar que mientras la inflación continúe al alza y sus expectativas de corto y mediano plazos sigan ajustándose, cada nueva alza decidida por la Junta de Gobierno de Banxico será diluida parcialmente en términos reales. Basta recordar que de los dos puntos porcentuales que se ha elevado la tasa de interés a un día desde el pasado junio, poco más de la mitad se ha reflejado en términos reales (ex ante). Así, en términos de niveles, mientras la tasa nominal de interés de referencia se ubica actualmente en 6 por ciento, la real se localiza en un nivel de 1.6 por ciento.
Segundo, con todo y el elevando nivel de incertidumbre actual, creo que podemos suponer que Banxico seguirá a la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos a lo largo de su ajuste al alza (inaugurando hace unos días). Lo anterior con el objetivo de tratar de mantener el diferencial de tasas de interés lo más acorde posible con el funcionamiento ordenado de los mercados financieros y evitando generar un debilitamiento sustancial en el peso mexicano que pudiera traducirse en unos meses en nuevas presiones inflacionarias al alza.
Tercero, veo difícil que las decisiones de política monetaria del Banco de México sean un espejo de las propias de la Fed, al menos en lo que respecta a magnitud. En todo caso, veo los ajustes del Banco Central de EU como un piso para los ajustes locales. No obstante, las presiones inflacionarias locales y su balance de riesgos obligan a llevar las condiciones monetarias a terreno restrictivo. Si tal esfuerzo se llevara acabo en entregas de 25 puntos base por el resto del año, Banxico no alcanzaría terreno restrictivo (considerando el supuesto de Banxico de México donde el rango de neutralidad de la tasa de referencia local se ubicaría entre 1.8 y 3.4 por ciento en términos reales). Lo anterior se compararía con una tasa real de 3.4 por ciento al cierre de 2022 si Banxico optara por entregar, en tándem con la Fed, cinco ajustes adicionales consecutivos de 25 puntos base.
Cuarto, una secuencia de ajustes más decididos, digamos de 50 puntos base, dejaría a la tasa real ex ante en 4.8 por ciento al cierre del presente año, lo cual veo complicado dados los significativos riesgos a la baja asociados a la actividad económica local. En todo caso, un ajuste con tendencia de moderación (por ejemplo, un par de ajustes más de 50 puntos base, seguidos de otros cinco de 25 puntos base) ubicarían a la tasa real en 4.1 por ciento (ligeramente por arriba del rango neutro). Desde luego, lo anterior es arbitrario y es justo anticipar que las condiciones pueden ser cambiantes, solo considero que en este punto un escenario de ajuste en gradualización podría hacer más sentido. Claramente, si la Fed opta por alzas más agresivas, otra será la historia y más agudo el saldo del dilema de política monetaria para Banxico.
Quinto, quizás es muy tarde para anticipar qué pasará en 2023, solamente recomiendo no desechar la posibilidad de que la gran pregunta para ese año sea: ¿cuándo comenzaría a recortar la tasa de referencia Banxico y no cuánto más la elevaría? Respecto a lo anterior, pues no soy especialmente optimista respecto a la dinámica económica local que adolece de desgaste en ritmo potencial de avance y contando.