Tras describir una pronunciada joroba durante 2022, la inflación subyacente (el componente que agrupa los precios de mercancías y servicios, usualmente los menos volátiles de la canasta del índice de precios al consumidor o INPC) por fin parece comenzar a consolidar una tendencia descendente. Ha sido una larga espera. Lo anterior sobre todo al considerar la fuerte permanencia que las presiones sobre dicho componente todavía mostraban a inicios del presente año. En este contexto, las cifras más recientes (primera quincena de mayo), sugieren un desempeño alentador. Lo anterior se torna más claro al extraer el efecto base de comparación anual, por un lado, y la estacionalidad y efectos calendario, por el otro. El primero implicaría una trayectoria de descenso por simple comparativo anual -de ahí la importancia de observar las tasas anualizadas sobre la serie del INPC ajustada por estacionalidad y efectos calendario-. De dicho ajuste estadístico a la serie del índice de precios al consumidor, emergen al menos tres observaciones relevantes respecto a su avance anualizado.
Primero, las cifras más recientes revelan un marcado descenso desde sus niveles máximos alcanzados en la segunda mitad del año pasado. El ritmo anualizado en el crecimiento de los precios de mercancías ha descendido a 2.3 por ciento desde un máximo en 8.3 por ciento (agosto 2022). Por su parte, aquel de los servicios ha hecho lo propio hasta 2.6 por ciento desde 4.8 por ciento (diciembre 2022). Con lo anterior, el consolidado del componente subyacente ha desacelerado a un ritmo de 2.5 por ciento desde un máximo en 6.3 por ciento (junio 2022).
Segundo, la dinámica de desaceleración en los precios subyacentes sigue siendo más clara en los precios de las mercancías que en los de los servicios. El primer subcomponente liga casi nueve meses en una trayectoria de descenso, solamente interrumpida de manera transitoria a inicios del presente año. En tanto, la desaceleración observada en los precios de los servicios desde finales de marzo, aunque alentadora, luce similar a aquella impresa el otoño pasado -la cual resultó transitoria-. En el mismo sentido, no se puede dejar pasar que el ritmo anualizado de crecimiento en los precios de servicios en la primera quincena de mayo, 2.6 por ciento, significó un repunte desde el ritmo promedio registrado en abril, 1.3 por ciento. De esto podría desprenderse una llamada a ser cautelosos.
Tercero, al considerar el comportamiento histórico de la inflación subyacente anualizada se desprende que todavía hay camino por recorrer, aunque el comportamiento reciente ya puede caracterizarse dentro de lo usual. En específico, el ritmo anualizado de crecimiento en los precios de las mercancías y servicios a la primera quincena de mayo (cifras arriba citadas) todavía se encuentran por arriba de los ritmos de avance “típicos” (definidos como la mediana de las tasas anualizadas para el periodo 2000-2019). En particular, los ritmos más recientes todavía se encuentran entre 0.4 y 0.8 puntos porcentuales por arriba de los niveles “típicos”, respectivamente. No obstante, considerando la volatilidad histórica intrínseca (desviación estándar), las cifras más recientes ya se encuentran contenidos dentro de lo usual o típico.
En suma, los avances son claros y la inflación subyacente parece ya estar aterrizando sobre ritmos de cambio más cercanos a lo histórico. No obstante, vale la pena esperar y ser cautelosos ante la trayectoria inmediata de los precios de los servicios. Hay razones para ser optimista, sobre todo al considerar la desinflación que todavía queda en las tuberías, asociada a la desaceleración en costos de producción observada desde hace unos meses. De manera complementaria, de materializarse una desaceleración económica durante la segunda mitad del presente año, esa coyuntura coadyuvaría a consolidar los menores ritmos de crecimiento en precios.