¿El futbol va a llamarse soccer, ahora?
¿Qué hace el banco más grande de Estados Unidos en el centro de una operación que involucra a los equipos más populares de futbol del mundo?
Es atractivo revisar lo que no se ve de la Superliga, porque habla de lo que son ahora ustedes y de quién podría quedarse con el negocio de este deporte en el futuro. Por lo pronto, los que lo conocen como “soccer”, dan pasos grandes hacia adelante.
Si van llegando hay que decir primero… ¿Qué es la Superliga?
Es una competencia adicional y recurrente anunciada esta semana, durante la cual jugarán solamente los equipos más famosos. Están adentro las siguientes escuadras: Milán, Arsenal, Atlético de Madrid, Chelsea, Barcelona, Inter de Milán, Juventus, Liverpool, Manchester City, Manchester United, Real Madrid y Tottenham.
¿De dónde parte? Aparentemente, del hartazgo de los dueños de esos equipos millonarios a ceder en todo lo que pide la FIFA y la UEFA, a cambio de, dicen ellos, recibir poco o nada. Sus jugadores están obligados a viajar a lugares remotos y participar en contiendas intrascendentes con la subsecuente ausencia de estrellas en casa y el riesgo de lesiones que corren a cargo del club y no de los organizadores de esos juegos.
Sumen a eso el impacto de una pandemia que sacó a la gente de los estadios y entenderán que estos no son días de abundancia para los propietarios de organizaciones de futbol.
La versión de quienes quedan fuera de esa poderosa liga es que el capital que invierten en esas instituciones siempre favoritas, proveniente de negocios tan distantes como el petróleo, abrió una brecha insalvable, ante el poco control que mostró la FIFA en cuidar los balances.
El caso es que hasta ahora, la Superliga avanza y es el banco JP Morgan, encabezado por Jamie Dimon, el que pondrá el dinero para hacer la fiesta.
Serán 4 mil 800 millones de dólares los que exhibirá de entrada este grupo financiero para pagar lo que sea necesario en afán de que el torneo sea celebrado, friolera que planea recuperar mediante una oferta posterior a inversionistas que quieran ganar dinero con ese préstamo, de acuerdo con información de Bloomberg.
Entendamos. JP Morgan está en el mejor momento de su historia. Sus acciones valían hasta ayer 152.65 dólares, concediéndole un valor de mercado sin precedentes de 462 mil millones de dólares. Eso es 10 veces más que BBVA, por ejemplo. Se trata de una institución que si bien es privada, ha estado siempre vinculada a la historia de los Estados Unidos, partiendo de que fungió como banco central para salvar el sistema financiero de Estados Unidos, cuando la Reserva Federal nacida en 1913, no existía aún en esa nación.
Su participación evidencia el interés nacional de los estadounidenses de entrar al negocio del deporte más visto y seguido del mundo, lo que no han conseguido el béisbol, el basquebol, ni el futbol americano, que no tienen un verdadero impacto fuera de su país.
Hacerlo es importante ante una creciente participación de niños y jóvenes nacidos en este siglo en la economía, urgidos de opciones de entretenimiento vía “streaming” como el de YouTube, mismos que toleran poco los formatos anticuados de 90 minutos de juego empapados de publicidad. Solo hay un paso entre controlar el futbol y tener un creciente negocio de contenido “on demand” para ellos.
Pero tal vez el interés de JP Morgan sea la parte menos polémica de la historia de capital estadounidense entrando al futbol. Revisen los casos del fondo de capital de riesgo Advent entrando a la liga inglesa, tratándose de una empresa que busca negocios con rendimientos a 5 años… o el de Elliot Management Corporation, que suele comprar acciones de empresas en riesgo financiero para exprimir posteriormente al resto de los socios y ahora influye en el AC Milan. Todos son jugadores de grandes ligas en Wall Street. No están ahí por disfrutar del “soccer”.
¿Y México? ¿Recuerdan el tema de una Liga Norteamericana? Ese asunto que parecía estar lejano, acaba de aproximarse un poco. Un directivo de futbol nacional me dijo ayer que la Superliga ya rompió un jarrón… y aunque lo peguen ya no quedará igual. El negocio del acaba de cambiar.
Director General de Proyectos Especiales y Ediciones Regionales de El Financiero