Hace 20 años, cuando México saboreaba nuevos negocios con Estados Unidos gracias a un tratado de libre comercio, los regiomontanos estaban muy preocupados por los precios del gas natural.
Es la materia prima de las fábricas. Sin gas, Monterrey no puede producir acero, vidrio, ni electricidad para hacer absolutamente todo lo demás.
Pero después de costar dos dólares durante años… el precio del gas se disparó. Rebasó los cuatro, los cinco… y luego 10 dólares por millón de BTUs. La escasez hacía pensar a los Sada, a los Zambrano, a los Garza y a los Fernández, sobre la posibilidad de que los texanos pudieran cerrar la válvula y dejar de exportar el gas natural que México no podía y a la fecha no puede proveer a los de Nuevo León.
En esos días coincidí en Houston con una autoridad de la Railroad Commission of Texas, encargada de abrir y cerrar esos tubos. ¿Ustedes podrían cerrar los ductos y dejar de surtir gas natural a México?, le pregunté.
“¿Estás loco? ¿Sabes lo que harían ustedes inmediatamente?”, me cuestionó. “¡Cerrarían de inmediato la exportación de petróleo y nos truenan!”, dijo aquel texano, asomando una sonrisa bajo un espeso bigote blanco.
Ahora es 2021 y esto es lo que publicó ayer la Agencia de Información Energética (EIA) de Estados Unidos: “Los Estados Unidos exportaron ligeramente más petróleo que el que importaron durante la primera mitad de 2021”.
Al inicio de esta década, las cifras ya habían revelado al país vecino como el mayor productor de petróleo del mundo. Ahora lo muestran como un exportador neto de esa materia prima. Pemex produce hoy menos de 1.8 millones de barriles diarios de petróleo; los estadounidenses, 11.3 millones. México exporta la mitad de crudo que hace 20 años.
Desde 2015 no hay armadora que abra una nueva planta de producción, como la que canceló Ford en San Luis, luego del susto que les pegó la llegada de Donald Trump a la presidencia estadounidense en 2016; o como las de Nissan, GM o Volkswagen, que cambiaron la vida a estados del centro de México y que hasta ese año llegaban al país a un ritmo de 3 mil millones de dólares al año. El crecimiento de las fábricas parece congelarse.
La manufactura perdió relevancia desde entonces y fue rebasada por la tecnología de lo intangible. Hoy la gente metió en sus gastos los ‘datos’, que mandaron a volar los DVD, y de a poco desbancan la gasolina.
Apple, Amazon y Google valen 2.4, 1.7 y 1.8 billones de dólares (trillions). Exxon, Ford y GM, 0.2, 0.05 y 0.07 billones, respectivamente, de acuerdo con la cotización de sus acciones en el mercado de valores de Estados Unidos. México no juega en la nueva economía, salvo como consumidor.
Por eso, quizá, la irrelevancia de la reunión de la comunidad de estados latinoamericanos en este país.
Este fin de semana, individuos apasionados –representantes de naciones productoras de materias primas o de manufactura– criticaron la actitud estadounidense contra Cuba.
A decir de lo publicado en medios, en Estados Unidos la atención hacia esa ‘cumbre’ de la CELAC fue rebasada por la agenda de encuentros de la NFL.
Anoche, Bloomberg destacaba los altos precios de las casas en el mundo como un problema sistémico; The Washington Post hacía una reseña de los premios Emmy y The Wall Street Journal resaltaba como nota principal, miren nomás, los altos precios del gas natural. Otra vez, en meses, brincó de dos a tres y ahora está en cinco dólares.
“El salto en los precios está generando preocupaciones sobre la escasez de invierno y pronósticos para el combustible más caro desde que los frackers inundaron el mercado”, precisaba su sitio de internet ese medio de comunicación.
Pero los estadounidenses producen mucho de ese gas y eventualmente, si los precios lo ameritan, privilegiarán a compradores locales que paguen bien; en detrimento de los foráneos.
La CFE y la industria mexicana que en muchos sentidos se parecen a los de hace 20 años, tendrán opciones como las de pagar caro o esperar a que Pemex produzca un poco más de gas. También está la opción de ver si pueden traerlo de Cuba, ahora que allá reciben inversiones privadas para producir hidrocarburos.