Si Cozumel fuese estadio, en materia de cruceros sería el Azteca, es el puerto más importante. Progreso es conocido por los yucatecos y acaso por capitanes de barco que van a descargar ahí combustibles o maíz.
Pero al final de diciembre los lugareños de esa punta del sureste nacional recibirán un regalo: la primera visita en la historia de un crucero de Disney Cruise Line.
No vayan a tomarlo como asunto menor o como producto de la casualidad. Para empezar recuerden que atestiguarán una suerte de resucitación; esta industria murió al inicio de la pandemia.
Primero vamos al precio del viaje: quien pretenda subirse a esa nave debe hacerlo en Galveston, Texas, un puerto petrolero que ‘sufre’ la vecindad de Houston. El boleto está a la venta por unos 2 mil 300 dólares por persona.
A cambio, el pasajero recibe las promesas de ser alimentado durante cinco días y la de experimentar puestas en escena de la calidad de Broadway, cuando se aburra de la monotonía de la planicie marina. También, y es lo más importante, la aventura incluye la visita a Cozumel, en Quintana Roo… y a Progreso, en Yucatán.
¿Cómo harán los progreseños para competir con esa convivencia con delfines que ofrece el mar cristalino de sus vecinos al este?
No será quizá con su nuevo malecón rodeado de calles anodinas que ya muestran, por cierto, algunas viejas casonas renovadas. La apuesta es por la autenticidad, por ejemplo, con el Museo del Pueblo Maya, enclavado en esa joya poco conocida que es el sitio arqueológico que lleva el impronunciable nombre de Dzibilchaltún, a 20 minutos del puerto. El boleto de Disney incluye el paseo.
Y aquí es en donde regresamos a ese nombre, Disney Cruise Line. El barco que llegará visitó antes Progreso, pero vacío.
Aquí les conté de cómo, en lo que les llega o no una armadora automotriz, los yucatecos vieron el modo de convertirse en un centro de construcción y mantenimiento de embarcaciones.
En eso estaban, cuando se enteraron de que los barcos no podían arribar a puertos estadounidenses que les darían mantenimiento, debido a restricciones pandémicas.
Para luego es tarde, el experto en ferries Trino Molina y otros empresarios, buscaron el modo de atender las necesidades de una de las naves de Disney que por esa razón estuvo varios días en Yucatán. Aquí, el detalle: https://bit.ly/3kZhAFf
Esa circunstancia se cruzó con la llegada en primavera de Invincible Boats, una constructora de embarcaciones pequeñas, propiedad de Warbird Marine Holdings, que anunció una inversión de 50 millones de dólares. Esa inversión podría crecer luego de la adquisición que Warbird hizo en junio, de otra fabricante de lanchas, Yellowfin.
Recuerden que a la par de tales movimientos, la Secretaría de Marina, señora de todos los puertos, ya se sumó al plan estatal de ampliar puerto Progreso, lo que supone la llegada de cada vez más cruceros y de aquel astillero prometido por la italiana Fincantieri.
Es precisamente por ruta marina que lo de Disney llegó acompañado del aviso de que también llegarán a tierra pibil los cruceros de American Queen Voyages, para enero.
Ahí hablamos de otra cosa. Sus barcos no llegan cargados de niños que adoran figuras de látex, sino generalmente de adultos de anchas billeteras dispuestos a beberse la noche.
Para eso están proyectos como el de Rosanette Díaz Mantecón, en su recién remodelada Hacienda San Antonio Hool, en Mérida, que con ayuda de su familia revivió un palacio del año 1683, que ofrece a los que llegan la experiencia de vivir unos días el lujo de un hacendado del siglo XIX.
No, la llegada de Disney, American Queen o Warbird, es un asunto tejido fino en una estrategia de atraer inversiones a un estado que perdió 63 por ciento del presupuesto de libre disposición que le brinda el gobierno federal.
Pronto, el plan debe cruzarse con la llegada del Tren Maya y con el anuncio del nuevo aeropuerto internacional de Mérida. Acá se enterarán.