En el transcurso de esta pandemia, el valor del bitcoin creció 668 por ciento; el del oro 16 por ciento, contando todo 2020 y lo que va de 2021.
Cuando las cosas se ponen complicadas en la economía del mundo –digamos, por el contagio acelerado de un padecimiento por causa de un virus que mata miles de humanos– la gente suele refugiar su dinero en aquello que percibe como lo más seguro.
La compra de oro suele ser la práctica común, por eso habitualmente gana valor durante las crisis. En aquella gran recesión que inició con la insolvencia de Lehman Brothers, en Nueva York, el oro ganó 27 por ciento durante 2008 y 2009.
En este bienio pandémico, quien compró 100 mil pesos en oro el 31 de diciembre de 2019 y lo guardó en su closet, este lunes podría venderlo para obtener 116 mil. Pero quien hizo la misma inversión en bitcoin, podría realizar una transferencia de 768 mil pesos a su cuenta bancaria este lunes, desde su smartphone.
Por eso comprenderán ustedes que Ricardo Salinas Pliego, un creyente del bitcoin, haya iluminado los ojos del avatar en su perfil de Twitter. Dice haber ganado mucho dinero con sus compras.
No hay manera de saber con certeza si continuará la bonanza, o si el bitcoin perderá valor. Buena parte de éste lo gana en función de la confianza de quien lo compra en que se trata de un bien seguro y finito.
La seguridad radica en la tecnología del blockchain, y lo segundo, en que ya sólo restan unos 2 millones de bitcoin de ser minados o ‘extraídos’ del sistema que los creó.
Es momento de hablar seriamente acerca de lo que ocurre con esta cosa intangible.
El Banco de Pagos Internacionales, encabezado por Agustín Carstens, asume que la disrupción financiera avanza aceleradamente, lo que obliga a actuar a los bancos centrales, ya.
El BIS es justamente la organización que se encarga de organizar a todos los bancos que imprimen dinero, como el Banco de México. Tiene una oficina encargada de innovación que está a cargo de Benoît Cœuré, un graduado por el Instituto Politécnico de París, quien trabajó para el gobierno francés de 2007 a 2009.
La semana pasada durante un discurso aludió la realidad de un mundo en el que las transacciones digitales ganan terreno al intercambio de dinero en papel, y a propósito dijo lo siguiente:
“Las nuevas tecnologías están revolucionando todos los rincones del sector financiero. ¿Deberíamos dejar que la disrupción siga su curso, sean cuales sean las consecuencias? ¿O queremos aprovechar el poder de la innovación de una manera que preserve los mejores elementos sobre los que se construye el sistema financiero? Creo que la respuesta es clara. Y aquí es donde deben intervenir los bancos centrales”.
El BIS analiza con seriedad el surgimiento de CBDCs (Central Bank Digital Currency) creados por los gobiernos para distribuirlos entre los bancos, de modo que puedan ser usados en sustitución o complemento del bitcoin, ethereum y otras ‘criptomonedas’.
Las opiniones más conservadoras que antes eran de rechazo o incredulidad mutan ahora en la concesión del beneficio de la duda.
Una señal vino de la Reserva Federal de Estados Unidos, responsable de emitir dólares como los que alguno de ustedes guarda en la billetera.
La semana pasada, el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, advirtió que no tiene intención alguna de prohibir las criptomonedas y eso provocó otro salto en el valor del bitcoin.
Pero para quien decide invertir en esta opción, las buenas noticias siempre son seguidas de otras que inyectan incertidumbre.
Bloomberg reveló el viernes que la administración de Biden sopesa una orden ejecutiva que vería una serie de nuevas reglas, que efectivamente no persiguen la prohibición, pero no está claro si podrían obstaculizar transacciones.
En este espacio he advertido de la conveniencia de analizar el comportamiento de las criptomonedas y considerar una posible inversión en la medida de la tolerancia al riesgo que tenga cada quien. Podrían perderlo todo, pues no hay garantía de que el bitcoin siga ganando al oro, pero sí de que con dinero de por medio, tendrán más interés en entender este nuevo mundo.