Los bancos advierten del gran riesgo, dicen, que representa. Los gobiernos no parecen comprender su razón de ser…
El bitcoin subió 20 por ciento en un mes. Si hubieran comprado ustedes el equivalente a mil pesos el 15 de enero –lo cual es posible en varias plataformas– hoy obtendrían mil 200 pesos al venderlo a través de las mismas herramientas. Claro, la historia es distinta para quien compró en octubre.
Atención, esto no es una recomendación. Invertir en bitcoin representa un alto riesgo, como hacerlo en futuros del gas e instrumentos derivados, con todo y que están regulados. ¿Recuerdan Lehman Brothers?
La cosa es que los más grandes opositores a los ‘criptos’ no evidencian comprensión acerca de las razones de su nacimiento: es una rebeldía frente al sistema financiero.
Es una provocación para que los ciudadanos hagan transacciones mediante un creativo sistema que deja fuera a las sucursales bancarias, a las tarjetas de crédito y a las comisiones que cobran quienes mantienen el control del dinero.
El asunto es que hoy la gente que participa está en un contexto híbrido.
Como casi nadie acepta bitcoin a cambio de, digamos, una hamburguesa o una casa, quien usa su capital antes debe cambiarlo por dólares o por pesos para hacer compras y ahí entran en contacto con bancos tradicionales.
Eso provocó ayer una fuerte advertencia proveniente de gente como Agustín Carstens, en el BIS, o de Victoria Rodríguez, del Banco de México:
“La participación institucional en los mercados de criptoactivos, tanto como inversores como proveedores de servicios, ha crecido durante el último año, aunque desde una base baja. Si la trayectoria actual de crecimiento en escala e interconexión de los criptoactivos con estas instituciones continuara, esto podría tener implicaciones para la estabilidad financiera mundial”, dijo de forma más o menos clara el Financial Stability Board en el que participan varios representantes de bancos centrales.
Parecen preocupados porque algunos grupos financieros parecen salir del redil e integrarse al nuevo esquema, poco a poco. Cierto, es un riesgo adicional, el problema son los argumentos de la advertencia.
“La capitalización del mercado de cripto activos creció 3.5 veces en 2021 a 2.6 billones (de dólares)”, expuso el FSB como para dimensionar el peligro.
Claro que debe analizarse esa cantidad de dinero en poder de un sistema de blockchain que muy pocos saben explicar debidamente. Equivale a una nación, a la economía entera de Francia, por ejemplo, y se sabe lo que pasa cuando salen aceleradamente capitales de un país. Busquen ‘efecto Tequila’ en Google.
Imaginen ustedes que súbitamente quienes participan en esa economía de criptoactivos vendieran y sacaran de ahí, supongamos, el equivalente a un billón de dólares. Bueno, eso ya ocurrió y en cuestión de tres meses, por eso cayó el valor del bitcoin, temporalmente. La capitalización actual es de aproximadamente 1.6 billones. No hay pistas de una debacle financiera por el cambio.
El mismo reporte (https://bit.ly/3t4RyDp) denominado Evaluación de Riesgos de los Cripto Activos para la Estabilidad Financiera, revela esa salida en un gráfico.
Más preocupante es el consumo de energía que refiere el escrito, por el impacto al medioambiente de una red de computadoras imposible de controlar.
La solución para marginar el avance del bitcoin podría estar en bancos tradicionales más eficientes y enfocados en el uso de divisas oficiales y energías renovables, si caminan a la velocidad que actúan empresas de nueva generación montadas en criptoactivos.
La transferencia de remesas de paisanos que hoy dependen de los bancos pronto podrían usar bitcoin para ahorrar comisiones, pues Coinbase, una plataforma de reciente creación –útil para hacer transacciones en blockchain con un smartphone– lanzó esta semana un proyecto piloto que va justamente en ese sentido. Las familias migrantes podrían cobrar sus envíos de bitcoin en pesos y en el OXXO.
¿Podría pasar en el futuro algo similar con empresas que requieren grandes transacciones? Si esos usuarios perciben ahorros, es muy probable que ocurra. ¿Cómo lo detendrían los bancos comerciales y los centrales? Esa historia está por escribirse.