Pues desde aquí mandamos buenos deseos solamente para la nueva secretaria de Economía, Raquel Buenrostro. Como dicen muchos, si le va bien a ella, le va bien a México.
Pero francamente no se ve claro cómo puede lidiar con las tareas de venta de productos y servicios mexicanos.
Hay que darle el beneficio de la duda a la recién llegada, quien a una semana de tomar el cargo despidió a la subsecretaria Luz María de la Mora, la última persona con poder de decisión en esa oficina, que había echado una leída a fondo a un documento relevante: ese con el cual Estados Unidos y Canadá echaron pleito a su vecino del sur por las hazañas energéticas de este sexenio gubernamental.
Pero fuera del gobierno hay más de 120 millones de mexicanos que bien harían en armar su propio miniministerio de economía doméstico, como lo hicieron ya varios estados para sacar la vuelta a la escasez de estrategias de desarrollo nacional.
Todos deberían echar un ojo a actividades que les den acceso a más ingresos para quienes están en casa, independientemente de lo que hagan los habitantes del Palacio Nacional y sus visitantes frecuentes. Formen grupos de tres y discutan:
¿Podrían ustedes prepararse en áreas que crecen y prometen crecer más? Van ideas:
Uno. ¿A alguien le gusta la mecánica? ¿Por qué no echar ojo a la “eléctrica”? Ya hay muchos talleres de motores a gasolina y diésel, pero hoy está en gestación un mercado para quien pueda reparar o dar mantenimiento a vehículos eléctricos.
Ojo, no solo automóviles, sino todo tipo de artefactos que sirvan para trasladarse de un lado a otro y que utilicen electricidad en lugar de combustibles para convertirlos en energía cinética. O para mover gente, pues. El principio en todos los casos, es el mismo.
Tesla ya tiene incluso una escuela para personas con interés en esta actividad: https://www.tesla.com/careers/tesla-start.
Dos. Para los amantes del medio ambiente y la sociedad: Las empresas están cada vez más obligadas a seguir protocolos que antes abordaban ocasionalmente como adornos: el cuidado del ecosistema, sus clientes, sus empleados y proveedores; amén de la empresa misma.
Esa práctica se engloba en las siglas ESG en inglés (Environment, Social and Corporate Governance). No está claro si se seguirán llamando así en el futuro esos criterios.
Lo que es un hecho es que nuestro gusto por comprar cosas inútiles transformando cosas útiles está dañando el planeta y eso no es sostenible. Abundan cursos en la materia para quien sabe buscar en Google. S&P, Moody’s y Fitch ponen toda su atención en el asunto.
¿Conocen a algún contador? Díganle que revise, por ejemplo, lo que publicó ayer el TCFD o Task Force on Climate Related Financial Disclosures, una iniciativa internacional que establece nuevas reglas para que las empresas no solo midan sus ingresos, sino la repercusión que tuvieron éstos en la sociedad y el ambiente. Las compañías necesitan ayuda y pagan bien esos servicios.
Tres. Para los avanzados. La genética ya se metió a nuestras células con las vacunas RNA para detener el COVID-19.
Fue esa catástrofe lo que aceleró las autorizaciones para el uso de esa medicina, mismas que llevaban años atoradas en oficinas de gobernantes indecisos. Lo que viene es una serie de tratamientos personalizados, de modo tal que cada quien reciba lo que le recete el doctor, con base en su propia humanidad.
Cuatro. Ya lo dijo Larry Fink. Las nuevas grandes “startups” no serán necesariamente de redes sociales, sino de solución de problemas como la generación de energía renovable y la obtención de agua. Hoy son el sol y el viento los que ayudan, que antes sonaban tan distantes como ahora suena el hidrógeno, que viene con más fuerza. Quien entienda bien de esos asuntos no tendrá problema para encontrar trabajo… o ideas para crear una empresa.
Ahí los tienen, esbozos de caminos relativamente ajenos al T-MEC y a las decisiones de la nueva administración de la Secretaría de Economía, para que cada quien forme una estrategia casera.