Cualquiera que haya salido del país, nota de inmediato la diferencia. En México, los meseros son una suerte de nanas de tragones gourmet y a veces también cuidan de quienes se pasan de tragos.
“Sí, mire, se lo servimos con alcaparras y un chorrito de tinto, acompañado de verduritas al vapor… ¿de tomar, qué le traigo? ¿Una cervecita para empezar o quiere ver la carta de vinos? Claro que sí, enseguida. Mientras, le voy trayendo ya las entraditas”.
El diminutivo es tan nuestro como el Día de Muertos. Quién sabe quién fue el primero en usarlo, pero ahora su falta de uso puede ser percibido como hostilidad. Compermisito.
La cosa es que a los mexicanos nos gusta atender gente, sean comensales o extranjeros de visita… se nos nota.
Hoy es posible atender gente sin tenerla cerca. Eso de la intangibilidad o de no creer en lo que no tocamos es también muy mexicano, pero hay que entrar al tema.
Las ciudades nacionales se llenan de foráneos que cambian nuestra idiosincrasia. Se ven en la colonia Roma, pero también en Zapopan, en San Pedro…
Un montón de gente atendiendo personas a distancia para que funcione todo lo que involucra la actividad de ustedes en su smartphone, digamos. Si no lo han notado, hay un boom impresionante de puestos de trabajo… para quien tenga habilidades.
El mundo está dando un mensaje claro: urgen proveedores de servicios, no importa la ubicación. Eso puede ser una oportunidad ante un gobierno federal que carece de una política industrial.
Recientemente conversé con el secretario de desarrollo económico de un estado. Me explicó que ante la posibilidad de que no haya suficiente energía eléctrica para manufactura, se ha volcado a promover justamente servicios remotos. Su región se está llenando poco a poco de nómadas digitales. Eso, de paso, está atrayendo empresas, justamente, de servicios. Un ecosistema digital está naciendo.
Ayer comenté aquí del caso de Ford, la emblemática empresa estadounidense que ha instalado un gran Centro Global de Tecnología y Negocios, en Naucalpan.
Lo que saldrá de ahí no son coches nuevos, sino justamente, atención a clientes internos de la compañía. Gente de Ford ayudando al equipo de Ford.
Va un caso real: la empresa está montada en una agenda para producir vehículos eléctricos.
Ustedes pueden buscar la F-150 en la versión que no usa combustible. Los estadounidenses se han vuelto locos por ésta y no alcanzan las manos para cumplir con los pedidos.
Pero en California, Madrid o la Ciudad de México, ese monstruo con cara de pick up no cabe en los estacionamientos, por eso, la compañía trabaja en nuevos modelos para otros mercados. Pero ahora lo hacen de manera distinta: el diseñador trabaja a un lado del responsable de marketing y el de ventas, que le explican los datos que tienen acerca de lo que demanda el mercado.
Una vez que llegan a una propuesta, se voltean con el de a lado, quien es de finanzas, para diseñar un modelo de crédito que sea compatible con lo requerido en cada país.
Esa apuesta por juntar a todos en el mismo espacio tiene cierto olor al “fast fashion” que hizo millonario al dueño de Zara, Amancio Ortega, con su imperio Inditex. Ahora, Shein parece robarle el modelo.
Ford entiende que la agilidad puede brindarle competitividad. Hacerlo con mexicanos capacitados y con alma de anfitriones, agrega amabilidad cuando se trata de servicios.
Hoy, Ford busca en México a un Product Category Analyst y a un Dynamics CRM Specialist, entre otras 49 oportunidades publicadas en Linkedin. PWC, Accenture, EY y otras consultorías están urgidas también de personal capaz, nacional.
México está en una buena posición para esa oferta de servicios, a todos los niveles.
Un amigo con una pequeña empresa en Texas busca a alguien con conocimientos de ingeniería química o petrolera, para que ayude a hacer presupuestos especializados. Todo con trabajo remoto. “Bienvenido ¿qué va a pedir hoy?”
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