Sería ingenuo hacer fiestas. Muchos prevén una recesión para este 2023, pero en 2009 y 2020 esa palabra alcanzó un nivel de terror que nos marcó y no es congruente con lo que está a la vista.
Sí es factible una caída económica, pero temporal, y en 2023 la gente puede aspirar a un comportamiento de los negocios cómodamente mediocre, que a como estuvo la cosa, no se ve tan malo.
Pensemos en que seguimos más o menos por este camino. Supongamos que no repunta la pandemia o nos cae encima otra guerra inexplicable como la de Vladimir Putin en Ucrania y que China mantiene la paz en su relación con Taiwán. Vamos, que nada se rompe.
Entonces, solo entonces, en México podríamos tener un año más o menos llevadero con todo y el tropezón que los economistas anticipan. Uno de esos que tuvimos durante el mediocre proceso de crecimiento de administraciones pasadas.
Hay razones. Uno: Hay tiempo para cubrirse. Los dólares están baratos y algo similar ocurre con la energía.
A lo mejor mucha gente ignora lo que es un hedge, pero eso es bien importante para quien cuida las finanzas de la empresa para la que trabajan. Aumenta la posibilidad de que la gente conserve su empleo.
Lo del tipo de cambio es mérito de la Secretaría de Hacienda y de un autónomo Banco de México que mantienen la fiesta relativamente en paz.
Ayer el dólar cotizaba en 19.40 pesos, 5 por ciento debajo del precio de hace un año. Los bancos venden “seguros” que permiten estabilizar ese precio y olvidarse del problema de que de pronto ese costo se dispare.
Una protección similar ofrecen esos grupos financieros para la compra de energía y eso es por una cuestión externa. Sucede que al menos hasta ahora y sin contar a los pobres ucranianos, los europeos no mueren de frío, lo que evidencia el buen uso de reservas que reunieron durante meses preparándose para lo peor.
Al menos la mitad de la electricidad en México es producida con gas natural que hoy está a 4 dólares por millón de BTUs en el mercado de la costa del Golfo de México (Henry Hub).
Ese es el precio al que estaba antes del estallido de la guerra en Europa y muy por debajo de los más de nueve dólares que alcanzó hace apenas cuatro meses.
Ya con costos de importaciones y de energía estables, al menos es posible hacer planes en el negocio. Ojo, ambas son ventanas de oportunidad que se abren, pero también las cierra el tiempo.
Dos: Las finanzas públicas pintan relativamente bien, tanto, que ayer Bloomberg filtró la expectativa que existe en funcionarios de Hacienda de que Pemex pague sus deudas o compromisos de este año.
Cosa rara, porque las venían pagando ustedes, amables contribuyentes.
Eso quita un peso al erario y mostraría la posibilidad de que por unos meses, los mexicanos dejen de subsidiar una empresa mal manejada durante décadas.
Tercera razón: Las tiendas siguen vendiendo y podrían seguir así durante buena parte del año.
Va un caso. Cada acción de Liverpool —compañía que en México no requiere de contexto— vale 30 por ciento más que hace un año.
“Mantenemos una visión constructiva hacia el final del año y principios de 2023 porque: los resultados han venido consistentemente arriba de las expectativas, con tonos generalmente constructivos por parte de equipos gerenciales”, explicó a sus clientes en un informe el mayor banco estadounidense JPMorgan, con respecto a las empresas comerciales mexicanas.
Barclays destacó en otro reporte menos optimista que la gente sigue arrastrando la incertidumbre iniciada en 2020, pero vendedoras de refrescos como FEMSA y Arca están en una buena posición, similar a la que guardan Walmart de México, Chedraui y Soriana. En zona de riesgo, advierte el banco inglés, están la vendedora de maíz Maseca y la de papel y pañales, Kimberly-Clark.
Vaya, nadie dice que podemos nadar de muertito. Pero tampoco los días de 2023 lucen como para pensar en la muerte. Es mejor eso que donde estábamos.