Parteaguas

‘No me gusta comprar despensa a domicilio’

Jüsto es apoyada con el poder y capital de Bimbo y la regiomontana FEMSA, empresas tradicionales que se benefician de este modelo de negocio.

Es una cuestión generacional, cosa de frescura o simplemente quiero ser yo quien elija los aguacates. Eso es parte de una conversación de fin de semana al abordar el asunto de la compra de despensa ‘a domicilio’.

La cosa es, ¿a quién le gusta comprar verduras, pollo y carne que llega en el coche de alguien más?

Sin duda hay un negocio ahí, pero no hay muchas señales de que progrese mucho la idea.

Durante el boom de tecnología que surgió durante 2020, chorrearon millones de dólares y euros desde cuentas de millonarios que no sabían qué hacer con todo el dinero que repartieron los bancos centrales de Estados Unidos y de Europa, mucho del cual vino a dar a México.

La Reserva Federal y el Banco Central Europeo ungieron con billetes a su población, para calmar sus penas económicas durante la era del ataque más fuerte del Covid.

Esa gente dispersó dinero que por un lado fue invertido en empresas como Jokr y Jüsto, que crecieron súbitamente en México y que compiten en parte con ciertos servicios de Uber y de la colombiana Rappi.

Jüsto es apoyada con el poder y capital de corporativos enormes como Bimbo, a través de Bimbo Ventures y el regiomontano FEMSA Ventures, empresas tradicionales que se benefician del acceso al conocimiento de este modelo de negocio, amén de la participación accionaria que les concede utilidades, si existen.

Y ese es el punto. Hoy no es posible conocer el nivel de éxito de estas empresas de reparto.

Pero, a decir de lo que ocurre en el resto del mundo, el negocio de envío a domicilio enfrenta grandes retos, acompañados del creciente desdén de inversionistas temerosos de apostar más dinero al negocio.

¿Por qué? Porque la incertidumbre provocada por la guerra, la pandemia y el pleito comercial entre Estados Unidos y China tumbó en 2022 la valoración de casi todas las empresas, incluidas las tecnológicas, de acuerdo con registros de la Bolsa Mexicana y del New York Stock Exchange. Las tiró pues, del pedestal al que subieron durante un año antes.

Hoy la cosa es diferente a la de hace un par de años. Hay, sin duda, consumidores sesudos que analizan el valor de pedir hasta el jamón a domicilio:

“Si mi súper de Costco cuesta 5 mil pesos y sólo me suben 500 pesos por ahorrarme la ida, gasolina, compras extras que no necesito, la verdad sigue siendo una ganga para el consumidor”, me dijo ayer Mauricio, un joven amigo empresario, miembro de la generación millennial.

Pero hay tal vez muchos más que vigilan cada peso en el ticket en días de una fuerte inflación –provocada en buena medida, lo que son las cosas, por la ya descrita lluvia de dólares y euros– o que de plano, disfrutan el recorrido por los pasillos de estantería.

Por concentrarse en lo que es aún un nicho, quizás, es difícil ver a estas compañías de envío de despensas, consolidarse como “unicornios” con cotizaciones que superen los mil millones de dólares, aún y cuando hayan conseguido decenas de millones en inversión.

Es un efecto internacional. Hay una serie de empresas que se hundieron o fueron adquiridas por rivales. Dija, del Reino Unido, fue adquirida por Gopf, menos de un año después del lanzamiento de la primera, publicó Businessnews, un sitio especializado en negocios de alta tecnología.

En 2022 vinieron recortes de empleo, un tema común en la industria tecnológica el año pasado. Gorilla, otra startup, despidió a más de 300 empleados durante el verano y abandonó algunos mercados clave, incluidos Italia y España.

En México, las empresas de reciente creación enfrentan además la reacción de firmas conocidas, como Walmart.

Si incluso Uber, después de tantos años, no puede reportar ganancias a sus accionistas, es de esperarse que las pequeñas encaren más que un consumidor indispuesto a pedir que le lleven huevo y pan a la puerta. Para colmo, los inversionistas hoy concentran su atención en otros negocios. De eso publicaré aquí pronto.

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