Parteaguas

¿AMLO nos ‘marcó’?

¿Alguna de las compañías de las marcas más valiosas mexicanas puede presumir que paga en promedio a sus empleados 110 mil pesos mensuales?

Ayer, muchos vieron un desfile de marcas interrumpido por un partido de la NFL y un miniconcierto de Rihanna. ¿Destacó alguna mexicana?

Los mexicanos tienen marcas pobres. Sus dueños son ricos, pero las marcas más conocidas de México representan negocios antiguos y poco rentables: tienen márgenes chiquitos.

El mes pasado difundieron una lista de los nombres más famosos y más valiosos en los negocios creados en el país.

Figuran Telcel, Corona y Bodega Aurrerá en los primeros tres lugares, de acuerdo con la consultora catalana de marketing Kantar.

De esas, solo Telcel está bajo el control de un mexicano, Carlos Slim. La de cerveza es explotada por la estadounidense Constellation Brands y la multinacional AB Inbev, con oficinas centrales en Lovaina, Bélgica.

Tecate, Telmex, Bimbo, Oxxo, Victoria, Banorte y Del Valle, completan el top ten de las marcas nacionales, en valor. Si quieren adquirir una de éstas, sólo la marca costaría de 2 mil 188 millones, a 12 mil 786 millones de dólares, dice Kantar.

Es mucho dinero para un mortal como el que esto escribe, pero en términos de empresas poderosas, esas cifras no tienen comparación con las grandes ligas internacionales.

Interbrand tiene el ranking más famoso de marcas en el mundo.

Ahí figuran Apple, Microsoft, Amazon, Google, Samsung, Toyota, Coca Cola, Mercedes Benz, Disney y Nike, marca de ropa deportiva que en esa lista es la más ‘barata’. Su valor estimado es de 50 mil 289 millones de dólares.

¿Y la que fue creada por Steve Jobs? Esa manzana está valuada por Interbrand en 482 mil 215 millones de dólares.

Esta odiosa comparación puede pensarse también ociosa, pero los datos ayudan a ver por qué México no salta a niveles de desarrollo que le permitan a su gente tener mayor libertad de decisión en su vida.

Los países desarrollados están poblados con más gente que puede decidir qué hacer sus fines de semana, si le da la gana irse de pesca o hacer un viaje relámpago a ver museos en Nueva York. Esa libertad supone una mejor calidad de vida.

En México, la mayoría de la gente se truena los dedos para llegar al final de la quincena.

Ni hablar de una escapada mensual a Acapulco, digamos. Eso aplica para empleados de compañías de las marcas más valiosas mexicanas.

¿Alguna de esas puede presumir que paga en promedio a sus empleados 110 mil pesos mensuales? Es el equivalente al salario medio de un empleado de Apple, de acuerdo con registros oficiales de la compañía, 68 mil 254 dólares anuales, para precisar.

Después de más de dos siglos de historia, este país cosecha empresas que no ofrecen prosperidad a su gente. De eso no tiene la culpa el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Por el contrario, explica en parte la fortaleza y respaldo de su propuesta política.

¿Cómo darle la vuelta? Samsung y Toyota son dos marcas incluidas entre las 10 más valiosas de Interbrand.

Una coreana y la otra japonesa, son procedentes de naciones que debieron levantarse de la destrucción casi total causada por la guerra y en la que sobreviven todavía habitantes que vivieron esas catástrofes en carne propia.

Los sociólogos y los economistas pueden hacer un mejor trabajo que un periodista para explicar las razones de ese repunte acelerado. Pero la evidencia muestra que eso no puede hacerse sin buena alimentación, enfoque en la creación de tecnología propia y trabajo eficiente. Ese enfoque puede partir de una política pública, pero este gobierno ya no propondrá un plan exitoso para empujar la ciencia y la tecnología en las empresas privadas.

Queda pues, el esfuerzo de la sociedad, y si hay un individuo capaz de convocar a quienes pueden hacer algo es Carlos Slim, quien tiene claro el diagnóstico y la propuesta.

Nuestros partidos políticos y sus miembros, los actuales y los que vengan en el corto plazo, no muestran calidad para dar ese paso.

COLUMNAS ANTERIORES

¿Qué está pasando en Yucatán?
Walmart está pensando

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.