Ocurrió en junio de 2018. El Mundial de la FIFA tenía como sede Rusia y los mexicanos se jugaban su pase a la siguiente ronda.
Sucedió un milagro. La Selección coreana de futbol venció a la poderosa Alemania y con ello, el equipo encabezado por Juan Carlos Osorio, avanzó al cuarto partido.
Entonces, la de Lope Díaz de Armendáriz, una calle habitualmente tranquila de la colonia Lomas Virreyes en la que suelen escucharse los pájaros que sobreviven en el parque de Cárpatos, se llenó de gente que gritaba: “¡Coreano, hermano, ya eres mexicano!”, en la puerta de una residencia de la Embajada de la República de Corea en México.
Es difícil recordar un momento de mayor cercanía entre habitantes de ambas naciones.
Bueno, está ese momento y el de cada promoción de el “Buen Fin”, cuando muchos corren a cambiar parte de su aguinaldo por una pantalla de las coreanas LG o Samsung.
Ha pasado mucho desde que los mexicanos y los coreanos empezaron a encontrarse en Mundiales intercambiando incluso la picardía de una “cuauhtemiña” en el Mundial de 1998.
Ha pasado mucho, allá. Desde ese año a la fecha, la cantidad de dinero que recorre las calles coreanas cada año se quintuplicó. Su Producto Interno Bruto avanzó de 383 mil millones de dólares, hasta casi 2 billones de dólares actuales (trillions).
La economía mexicana también creció, pero en el mismo lapso solo duplicó su tamaño hasta el nivel de 1.2 billones de estos días.
Hay varias cosas que los coreanos pueden enseñar a los mexicanos y esta semana es útil para pensar en ello.
El 2 de marzo vence el plazo de aplicación para becas pagadas por el gobierno de ese país para que universitarios de todo el mundo viajen a aprender su idioma.
Incluyen programas que duran desde seis meses, para quien acude a aprender cómo comunicarse, hasta tres años, para los que van por un doctorado.
Todo está contenido en el Global Korea Scholarship e involucra viajes todo pagado: avión, manutención y seguro médico. https://bit.ly/3lENkSC.
La ventaja no está solamente en aprender el idioma, que es claramente lo que busca el gobierno coreano para aumentar la población global que lo entiende.
Hoy solamente los habitantes de aquella península y un puñado de chinos son capaces de comunicarse en esa lengua. No son más de 100 millones de personas. Solo en México hay 130 millones de hispanoparlantes.
Lo que más gana quien aprenda allá, es el boleto a un clavado en la piscina de una cultura desconocida especialmente para los aislados mexicanos que se hacen bolas con la relación que tienen con sus poderosos vecinos del norte. Estar allá es entender declaraciones como ésta:
“El espacio ha sido considerado como tecnología científica hasta ahora”, dijo en febrero Lee Joon en una entrevista recogida por medios de ese país.
“(Pero ) además de eso, el espacio es un motor de crecimiento futuro porque los asteroides tienen muchos recursos que son escasos en la Tierra. Si podemos ir allí y tomarlos en el futuro, será un cambio de juego”, añadió el director ejecutivo de la dirección de estrategia y planificación del Instituto de Investigación Coreana del Espacio (KARI).
Atención, este es un país que en unas cuantas décadas creó gigantes globales como Hyundai y su filial KIA.
Es una nación que –a diferencia de las latinoamericanas– no se deshizo del yugo de sus colonizadores solamente para robustecer el discurso de los demagogos.
En Corea del Sur se sacudieron a los japoneses que, entre otros abusos, definieron a las mujeres locales como damas de compañía al servicio de soldados invasores.
Hoy representan la tercera economía asiática, después de China y Japón. Están montados en la nueva economía digital y en la de la energía por la vía del hidrógeno y la fusión nuclear, en la que compiten con los estadounidenses.
Si bien el peso de atropellos ocurridos hace poco más de 50 años permanece en las conversaciones, la cohesión social se centró en prioridades haciendo a su población más próspera. Mucho puede aprenderse durante una vuelta por esa zona.