¡Ponte a jalar! Esa frase pueden escucharla a diario al menos unas tres veces, quienes viven en Monterrey. Es un aliciente para, en efecto, ponerse a trabajar.
Es tan común como los buenos días en una ciudad que presume de ser poblada por supervivientes que defienden a muerte –a veces sin exagerar– símbolos locales como las banderas de los Rayados o los Tigres y esa atípica satisfacción que muchos sienten por el dinero.
A ellos, el presidente les dijo ayer que es mejor que Tesla no se instale en Nuevo León. Ahí no hay agua, es el argumento de Andrés Manuel López Obrador.
Puede tener razón y tiene información para avalar su postura, pero ese no es el punto.
Los regios ya sienten en sus manos el negocio de recibir una inversión de Tesla. Oficialmente, ni la empresa, ni el Gobierno de Nuevo León la han confirmado, pero especuladores y políticos hablan de una inversión de unos 10 mil millones de dólares que podrían llegar a un estado que el año pasado recibió 4 mil 300 millones de dólares en Inversión Extranjera Directa.
Fue una cifra no vista desde 2010, cuando recibió poco más de 4 mil 800 millones, de acuerdo con la Secretaría de Economía.
Que López Obrador diga a los regios que Tesla no debe instalarse ahí puede ser considerado como una descortesía por quienes ya esperan negocios vendiendo desde terrenos, hasta acero, vidrio y piezas para coches. Pero esos son los menos.
Nuevo León se mueve primero con el engrane de cada parque industrial.
De eso viven ingenieros, técnicos, obreros y contratistas entusiasmados con datos que hablan de la llegada de decenas de miles de empleos a partir de la posible llegada.
En Texas, Tesla abrió unos 20 mil puestos con su gigafactory, sin contar proveedores.
Pero AMLO suele hablar a los pobres, a los que ni agua ni empleo, a los de Guadalupe o San Bernabé que fueron fotografiados formados para llenar una cubeta para cocinar.
El presidente sugiere que la supuesta inversión de Tesla llegue mejor a Hidalgo, muy cerca del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles.
¿Hay agua ahí? De acuerdo con la Conagua, los hidalguenses, aún rodeados por áridos montes en Pachuca, cuentan con el triple de agua por habitante con respecto a los nuevoleoneses que solo tienen 786 metros cúbicos por habitante al año.
Los datos están en las Estadísticas del Agua en México: https://bit.ly/3IavfDE.
Pero no es en el centro de México en donde abunda. Las mayores reservas están cerca del Golfo de México y lo resaltó ayer el mandatario:
“El 70 por ciento del agua del país, y hay que decirlo, está en el sureste”, dijo AMLO.
Veamos. De acuerdo con la Conagua, sí hay una región nacional que es muy rica en mantos acuíferos ante la cual, Nuevo León luce como un estado paupérrimo.
Datos oficiales indican que Campeche tiene 6 mil 300 metros cúbicos de agua por habitante; Veracruz tiene 6 mil 572; Yucatán tiene 9 mil 400, son 12 veces más que el estado fronterizo del noreste.
Tabasco, 13 mil 563 y ya en el cuerno de la abundancia, los chiapanecos pueden presumir de más de 20 mil metros para cada quien.
De estos, empero, sólo uno destacó recientemente en una ruidosa investigación difundida por el Consejo nacional de la Industria Maquiladora, Index: Yucatán.
Fue el único estado del sureste en ese mapa de las inversiones extranjeras relocalizadas bajo el fenómeno del nearshoring en 2022. Atrajo el 8 por ciento, ubicándose en tercer lugar nacional, después de Coahuila con el 11 por ciento y ¿qué otro? Nuevo León, que se quedó con el 50 por ciento de todas.
Yucatán entrena a jóvenes en ingenierías digitales que se imparten en inglés. Ahí ya opera la mexicana Falco, que surte relevadores automotrices a Tesla, y la alemana Preh, que se encarga de las pantallas centrales del coche. Esa misma también opera en Nuevo Léon.
Que Tesla vaya al sureste y no al norte, parece improbable. Pero la voz de un presidente no puede ignorarse.