Corrieron muchos, nada nuevo en un mundo acostumbrado a ver a gente desesperada formada afuera de la sucursal para sacar su dinero, cuando percibe que sus ahorros están en riesgo de desaparecer.
Pasó en México; ocurrió también en Argentina y, lo que son las cosas, ahora en las calles de California y en las de Ginebra.
En esta ocasión cargará con la mala fama el Silicon Valley Bank (SVB). Esa suerte fue de Lehman Brothers en el pasado. Credit Suisse sacó un buen susto a los europeos, que todavía intentan resolver el problema, usando el UBS.
Otra vez, el oro sirvió como refugio de los más temerosos. Ante tal demanda, en un mes su precio subió 8.2 por ciento. ¿Cuánto aumentó el valor del bitcoin en el mismo plazo, exactamente? Un 23 por ciento.
Dicho de otra manera, si compraron 100 mil pesos en oro el mes pasado, hoy podrían venderlo en 108 mil 200 pesos.
Suponiendo que no pagaron alguna comisión de un banco o del vendedor, su ganancia bruta sería de 8 mil 200 pesos. ¿En bitcoin? Cobrarían una utilidad de 23 mil.
¿Pero cómo está eso? ¿No se habían desplomado las criptomonedas y ese mercado tendía a desaparecer?
Aquí es en donde conviene pensar en el señor Sam Bankman-Fried. Quien quebró y probablemente defraudó, es él. Pero hay todo un mundo ajeno a su figura.
¿A qué se dedicaba este cachetón? A hacerla de casa de cambio, de exchange, le dicen en Estados Unidos a esas oficinas virtuales a las que ustedes pueden entrar por la vía de su smartphone. Él fundó una casa de cambio bajo la marca de FTX que apareció hasta en la carrocería de los autos Mercedes Benz de la Fórmula 1.
Llevó tan raro el negocio, que contrató a otras personas, ajenas a su oficina, para que vieran asuntos tan delicados como las actividades jurídicas y de contabilidad de la organización. Nada de especialistas dentro del equipo cercano.
Hoy, Bankman Fried está arrestado y acusado de fraude, si lo encuentran culpable, este millennial podría pasar hasta 115 años en la cárcel.
Pero hasta aquí no hemos hablado más del bitcoin, que es una de muchas criptomonedas vendidas por esa casa de cambio.
Sucede que esa criptomoneda no es controlada por un grupo de individuos, como sucede con el peso, el dólar o los bancos.
Esa criptomoneda es administrada por una cadena de usuarios de un sistema que fue creado a partir y a propósito de la crisis financiera de 2008, por un personaje que nadie conoce y cuyo nombre es probablemente ficticio: Satoshi Nakamoto.
Lo más valioso de su invento tiene nombre y es el blockchain, o esa cadena de bloques validada y guardada en los dispositivos involucrados en cada transacción. Como a la hora de jugar al “amigo secreto”, todos participan y si alguien falla, todos se darán cuenta a la hora del intercambio. El sistema se habrá roto. Aquí hay miles de intercambios cada segundo.
He comentado antes el tema: lo valioso del bitcoin es el blockchai.
Ahora tenemos muchas cadenas de bloques distintas a la original.
¿Vieron lo que pasó con Ethereum? Ese sistema paralelo creó un modelo que mediante sus criptomonedas ether, permite “firmar” contratos, como el de la compra de una “obra de arte”. Recuerden las ventas de los monos del Bored Ape Yacht Club. De nuevo, los monos pueden valer poco, lo relevante es la creación de ese modelo de cierre de tratos, sin la intervención de un gobierno o de un notario.
En un mes, los ether aumentaron su valor un 11 por ciento. También ganaron al oro.
En síntesis: lo valioso es el sistema blockchain contenido en las “criptos”. Eso no ha desaparecido, por eso las “criptos” no mueren. Si los bancos colapsaran, probablemente lo que les quedaría es comerciar con criptomonedas.
Lo que quebró es una casa de cambio, como cae un banco. Ustedes siguen cambiando pesos por dólares en una sucursal, tal como pueden cambiar hoy sus bitcoin en un exchange usando su smartphone.