Que quede claro. Lo que está subiendo es la producción nacional de petróleo, pero la de Pemex sigue cayendo.
Eso parece una contradicción para aquellos que crecieron en un país en el que los únicos que invertían en extracción de crudo eran los generosos contribuyentes mexicanos a través de la petrolera nacional.
Desde el final de la década pasada, la cosa cambió, pues Pemex adquirió socios y entraron en acción productores de otras empresas, con contratos independientes permitidos por la Constitución desde 2013. Si no fuera por estos últimos, todos los datos de producción irían para abajo.
La producción total de petróleo aumentó en marzo a 2.04 millones de barriles diarios, desde los 1.95 millones de barriles de un año antes.
Aquí expuse que bajo la lupa del presidente Andrés Manuel López Obrador, la extracción nacional de crudo, finalmente obtuvo una estabilidad. ¿El factor clave? Las empresas nacionales y extranjeras ajenas a Pemex.
Ésta, en solitario y en proyectos propios, redujo su producción de 1.67 millones, a 1.57 millones de barriles diarios, también de marzo a marzo.
Producir petróleo crudo parece cada vez menos atractivo
Puede que en el fondo, la gente de Pemex no pretenda cambiar las cosas.
Hay mucha competencia y la demanda no crece. En cuestión de una década, Estados Unidos pasó por encima de los árabes y se convirtió en el mayor productor de petróleo del mundo. Desde 2019 superó los 12 millones de barriles diarios.
Por eso los miembros de la OPEP y sus amigos se empeñan en reducir su oferta para generar un mayor precio en su mercancía.
Ayer cada barril de Brent, que es el precio referente en Europa, valía 72 dólares. Vaya, ni la presión de árabes y compañía permite regresar a los 128 dólares del año pasado.
La baja ya le hizo un boquete a Hacienda. El dinero que obtiene cobrando todo lo que puede por la vía del petróleo cayó 18 por ciento este año con relación al pasado.
Todo eso ocurre mientras empresas que trabajan para producir crudo para Pemex se quejan de retrasos en pagos. (Lean a Atzayaelh Torres en El Financiero)
Me dicen que en Poza Rica, Veracruz, lo único que se mueven son las hojas de los árboles. La historia no es muy distinta en Ciudad del Carmen y en Villahermosa. Las ciudades que algún día movían la economía petrolera del sureste fueron abandonadas por la administración de Enrique Peña Nieto y la cosa no parece cambiar con López Obrador.
Algo saben los árabes
Hay más gente en coche, particularmente en Asia. Así que quizá por ahí no va el tema de la baja en la producción y demanda de petróleo.
¿Entonces? Sucede que los automóviles que entran al mercado son cada vez más eficientes en consumo de gasolina o de plano, ya no usan ese combustible.
Atención, que hay negocio de petróleo para rato. Solo observen que todos los coches llevan llantas y la mitad de sus componentes están hechos de derivados del crudo. Si extienden la mano, tocarán algo que está hecho de plástico y eso no va a cambiar pronto.
Pero sí hay un cambio estructural. Los árabes de Aramco presumen este año en la Offshore Technology Conference (OTC) de Houston un motor de combustión de hidrógeno y no dejan que los fotógrafos se acerquen, como evitando que alguien robe una idea.
“En 2019, Aramco y Air Products inauguraron la primera estación de servicio de hidrógeno en Arabia Saudita en el nuevo Centro de Tecnología de Air Products en el Parque Científico Dhahran Techno Valley”, presume la compañía en su sitio web.
A diferencia de los mexicanos que venden mano de obra para fabricar coches, pantallas o máquinas, los árabes prácticamente solo tienen un producto que vender: petróleo.
El panorama que les acecha les obliga a revisar de qué vivirá la próxima generación antes de que el pueblo empiece a sufrir carencias y se levante en armas contra la familia real.
Acá como de una manera u otra siempre hay para frijoles, parece no llegar el agua al cuello. El riesgo es caer en esa permanente mediocridad que limita el potencial de los mexicanos y enfrentar paralelamente el paulatino aumento de la pobreza y la violencia.