A esa isla artificial le llaman “isla Cervera” en recuerdo de la astucia del gobernador Víctor Cervera Pacheco, quien gobernó Yucatán en un par de ocasiones hasta 2001. Esa ínsula está a poco de duplicar su tamaño.
Cuentan que la intención del priista fue crear un puerto de altura que conectara su aislado estado con el mundo, ampliando el muelle de Progreso para conseguir su meta. Para eso trabajó en un plan. Como el tiempo no le sería suficiente, usó los recursos a su alcance para comenzar “al revés”, por el final.
Él conocía a los políticos como pocas personas y sabía que sus relevos podrían desechar la idea. Para evitar ese lío con el futuro, el gobernador ordenó que durante meses embarcaciones transportaran toneladas de piedra 6.5 kilómetros mar adentro, al fondo marino que en la región tiene la peculiaridad de rondar los 10 metros de profundidad.
Al tiempo, ese trabajo completado con arena conformó una isla artificial, la “isla Cervera”, de 40 hectáreas. A quienes le sustituyeron no les quedó más remedio que terminar el trabajo y completar el muelle hasta ese punto. Desde esos días, el puerto no se amplió más.
En 2018 un nuevo gobernador, Mauricio Vila, pensó en ampliarlo a partir de un propósito: construir el astillero más grande de toda América.
La visión la comparte con Fincantieri, empresa italiana que construye y da mantenimiento igual a barcos de guerra que de transporte turístico, una empresa presidida por Claudio Graziano, desde Trieste.
La compañía firmó un compromiso: si pueden construir 40 hectáreas en el mar para su astillero, ésta y sus proveedores invertirán cientos de millones de dólares en fábricas de botes de gran dimensión.
Pausa aquí. México se caracteriza por exportar coches de casi todas las marcas relevantes y piezas para aviones útiles por igual para Airbus, Boeing y Bombardier. ¿Pero barcos hechos en México?
La sola intención empezó a mezclarse con inversiones reales. En 2021, en plena pandemia, Invincible Boats dio el campanazo. La empresa constructora de embarcaciones pequeñas anunció una inversión de 50 millones de dólares en una planta de producción a ubicarse en Kanasín, Yucatán, un municipio conurbado con la capital.
Esta compañía con base en Florida es propiedad de Warbird Marine Holdings, corporación que meses después reveló la adquisición de otra fabricante de lanchas, Yellowfin, que también encontró manufactura yucateca. Ambas diseñan, fabrican y venden botes de lujo, desde catamaranes y monocascos de 33 a 46 pies. Todo, antes de tener señales de ampliación del puerto.
También en ese periodo, los cruceros de Disney enfrentaron problemas para recibir mantenimiento en los puertos estadounidenses que enfrentaron el confinamiento para contener el virus. Adivinen en dónde encontraron parte de la solución.
Yucatán abrió su muelle para la compañía, en buena medida por gestiones de empresarios locales, como Trino Molina. Pero quedaban pendientes las nuevas 40 hectáreas en Progreso.
El propósito de Vila y Graziano pasaba por el Palacio Nacional. Hoy es indispensable tener la venia de la Marina, que administra el actualmente “pequeño” puerto local y que regirá en el grande, si se construye.
Varias ideas fueron y vinieron entre el Zócalo y la Plaza Grande de Mérida durante los tres años pasados, hasta que las partes llegaron a un acuerdo: si el Gobierno local consigue el dinero para ampliarlo, podrá llevar a cabo la tarea.
Vila debió convencer al Congreso del estado de solicitar un crédito a cuenta del erario local y asumir una deuda para ese propósito. Todo, antes del periodo electoral.
Al final de mayo consiguió el permiso de los diputados locales. El dinero parece estar en camino.
La inversión podría cambiar la historia de una entidad revolucionada, entre otras cosas, con inversiones de la CFE que aumentaron su disponibilidad de gas natural y duplicarán su capacidad instalada de generación de electricidad. ¿Viene una “isla Vila”?