Parteaguas

Una falsa Claudia y una falsa Xóchitl

Bienvenidos a la era de los videos falsos que pueden usar y manipular rostros, el tuyo, el de un artista o el de políticos.

Imaginen que las casillas están listas. Mañana son las elecciones. Pero justo hoy, un día antes, un video corre por los chats de WhatsApp, casi todos lo reenvían por el escándalo que representan esas imágenes.

Parece ser la candidata cometiendo un acto indebido, de los que cuesta trabajo ver… amarrando fajos de billetes con ligas, o algo atroz, como lastimar a un niño o a un animal. Ustedes no lo pueden creer, pero el video muestra su rostro, su voz, y ustedes lo están viendo en su teléfono. ¿Debe ser real, no?

No hay tiempo para revisar tal veracidad. La gente se despertará para cruzar las boletas. Lo que pase después de ese día, cualquier investigación que verifique el video, será secundaria y cargada de política. Lo hecho, hecho está y tendrá un impacto en la elección y en la historia de México.

Bienvenidos a la era de los videos falsos que pueden usar y manipular su rostro, el de ustedes, el de un artista o el de políticos. La inteligencia artificial llega a la democracia, controlada por quién sabe quién.

Andrea Lobato Meeser, columnista de El Financiero, puso esta semana el dedo sobre este importante asunto que debe ser atendido urgentemente por legisladores y el Poder Judicial:

“En México, un claro ejemplo es el caso de Sofía Yunes. Personas desconocidas tomaron fotos de las redes de Sofía y usando inteligencia artificial las modificaron para mostrarla desnuda a través de las redes sociales. Las fotos han circulado por Twitter, WhatsApp e incluso crearon una cuenta falsa de OnlyFans utilizando las imágenes alteradas de Sofía”.

Yunes es parte de Movimiento Ciudadano. Es una política mexicana.

¿Cuál es el riesgo que pesa sobre quienes representan a otros partidos, como Morena o de la oposición? ¿Qué riesgo corren Xóchitl o Claudia… y la democracia con ellas?

“Hoy, por primera vez en la historia, gracias a la inteligencia artificial, cualquiera puede diseñar personas falsas que puedan pasar por reales en muchos de los nuevos entornos digitales que hemos creado. Estas personas falsas son los artefactos más peligrosos de la historia de la humanidad, capaces de destruir no sólo las economías sino también la libertad humana misma”, escribió aparte Daniel C. Dennett, profesor emérito de filosofía en la importante Universidad de Tufts, en Boston.

“Antes de que sea demasiado tarde (puede que ya sea demasiado tarde) debemos prohibir tanto la creación de personas falsificadas, como su “transmisión”. Las penas por cualquiera de los delitos deberían ser extremadamente severas, dado que la civilización misma está en riesgo”, añadió en mayo para The Atlantic este escritor de los libros Consciousness Explained, Darwin’s Dangerous Idea y From Bacteria to Bach and Back: The Evolution of Minds.

Es un asunto de Estado y de cada Estado elevar el costo de la creación de contenido falso. Pero también hay una responsabilidad muy clara de las empresas.

Google, Microsoft en sus vínculos con OpenAI, Nvidia, TSMC… Los protagonistas de la revolución de la inteligencia artificial deberían estar incentivados para crear barreras al diseño de mensajes de esta naturaleza y su difusión.

Hoy dependen en buena medida de la denuncia de los usuarios para reconocer mensajes que no deben circular en internet. Meta, en WhatsApp, deja pasar casi todo, bajo el argumento de la encriptación y secrecía en los chats.

Cuando hay intereses de por medio, las cosas funcionan. El famoso escritor Yuval Noah Harari demanda que quienes proveen de servicios de inteligencia artificial, evidencien su intervención en contenidos mediante “marcas de agua”.

Funciona con los billetes. Gracias al sistema EURion Constellation, muchos aparatos de scanner interrumpen su proceso cuando alguien quiere falsificar papel moneda. Quienes diseñan software están en capacidad de crear barreras similares a la indebida falsificación digital de personas.

Andrea Lobato advierte que este acto no cabe dentro de la Ley Olimpia o como delito de violación a la intimidad sexual, según el Código Penal Federal. Pero el contexto amerita subir su clasificación y castigo a la agenda legislativa.

El riesgo de no contener infractores es de un tamaño que no podemos dimensionar.

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