Tal vez en los negocios Nuevo León o la Ciudad de México muestran el camino, pero en lo concerniente a la identidad nacional, es Chiapas el que crece con más fuerza. Adentrarse en los datos de lo que eso representa muestra una crisis.
El año pasado nacieron 153 mil 82 personas en ese estado fronterizo, casi es el 10 por ciento del total nacional; 89 mil 720 llegaron al mundo en la Ciudad de México y 82 mil 23, en Nuevo León.
Dejemos de lado el levantamiento armado del siglo pasado que nunca terminó. En términos relativos, en el más pobre de todos los estados es por mucho en donde está naciendo más gente. También es el principal punto de cruce diario de cientos de inmigrantes no identificados. ¿Qué de malo podría pasar?
El ingreso promedio de un hogar en Chiapas es de apenas 13 mil 300 pesos mensuales, en números cerrados. Ojo, es el ingreso para toda una familia y muchas casas están por debajo de ese número.
Quienes viven en Nuevo León y la Ciudad de México tienen ingresos de 29 mil pesos, en números redondos. Solamente les supera Baja California Sur, con 30 mil 400 pesos.
Traten de recordar el nombre de una empresa grande formal en ese estado.
El 67 por ciento de la economía chiapaneca es informal; el porcentaje de la población que no puede adquirir una canasta alimentaria con su ingreso laboral creció al 67 por ciento este año. Dos familias de cada tres no pueden comprar una dieta que les alimente.
De acuerdo con la organización no gubernamental México ¿cómo vamos?, la productividad cayó este año. Vaya, los chiapanecos trabajan, pero lo que producen tiene poco valor.
Luego, una tragedia que reveló también el Inegi esta semana con sus datos de Estadística de Nacimientos Registrados 2022: 10 mil 915 niñas menores de 17 años dieron a luz el año pasado en esa entidad sureña. Solo el Estado de México que triplica la población de Chiapas, lo supera con 12 mil 337 en ese rubro.
Un drama: 806 niñas chiapanecas menores de 14 tuvieron un bebé en 2022. No hay un solo estado con un número similar.
Desde Chiapas, desafortunadamente, rara vez surgen buenas noticias.
Salvador Camarena, columnista de El Financiero, ha dado cuenta del drama social que vive la región.
En un texto de junio, publicado por esta casa editorial, hizo una descripción del crecimiento de la inseguridad en la que vive su población y citó a su vez a Luis Hernández, de La Jornada, para abundar en detalles:
“Si la autoridad no extirpa las raíces que generan esas llamaradas informativas –sean asesinatos en pleno San Cristóbal de las Casas, desplazamientos en pueblos fronterizos, ataques a comunidades zapatistas, migrantes muertos–, lo único seguro es que la violencia no sólo resurja, sino que aumente.
Por eso es importante enmarcar la denuncia de ayer con información sistematizada como la que aportó el martes Luis Hernández en La Jornada:
‘Chiapas es un polvorín a punto de estallar’, porque padece ‘una violencia diversa, alimentada por la combinación de conflictos ancestrales y nuevas disputas ligadas a la tierra, el comercio y los narconegocios. A pesar de la presencia del Ejército y la Guardia Nacional, las armas de alto calibre se consiguen con una facilidad asombrosa (…) por todo el estado se multiplican paramilitares, sicarios, grupos de autodefensa (Pantelhó, Altamirano y San Cristóbal). (…) No es exageración. El polvorín chiapaneco puede estallar en cualquier momento’”.
La desatención federal complementada por la indolencia de gobernadores dejó a los chiapanecos a la deriva.
Es necesario hacer acopio de algo de optimismo proveniente de la aportación que pueda hacer a la economía el que Palenque albergará la estación central ferroviaria que conectará el Tren Maya con el Corredor Interoceánico y el resto de las vías de trenes en el país.
La única solución real para Chiapas radica en brindar a su gente educación que la involucre en la economía del conocimiento. El adoctrinamiento solo aumentará el ruido de un muy posible estallido social.