Si todo sale bien, este polémico sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador será marcado como el primero que impulsó a los mexicanos a la economía espacial.
¿Vale la pena? ¿Hay negocio, realmente? Voy a darles pistas. Conviene que anoten.
Jeff Bezos dejó su trabajo como director de Amazon para dedicarse por completo a su compañía Blue Origin. Otro supermillonario, Elon Musk, divide su tiempo entre Tesla y SpaceX, la empresa que creó los cohetes reutilizables y la que concentra las tareas para conseguir la meta de ambos, de Musk y de Bezos, de convertir en interplanetarios al ser humano y su economía. La minería espacial está cerca.
Proyecto Colmena
¿Qué ocurrió este lunes? Una empresa espacial llamada United Launch Alliance (ULA) –entre decenas que ya hay en el mercado global– es conformada por las bien conocidas Boeing y Lockheed.
ULA lanzó ayer desde Florida un cohete llamado Vulcan Centaur en el que transportó una nave llamada Peregrine, propiedad de Astrobotic, basada en Pittsburgh. Ésta es una compañía relevante para los mexicanos, al menos durante este año.
Peregrine se despegó ayer mismo del Vulcan, y dentro de ésta viajan ya rumbo a la Luna cinco robots de 53 gramos y del tamaño de una tortilla, parecidos a un engrane con un panel solar y ruedas.
Fueron construidos por 250 estudiantes de la UNAM, dentro del Laboratorio de Instrumentación Espacial (LINX), del Instituto de Ciencias Nucleares.
Ese equipo es encabezado por Gustavo Medina Tanco, un físico por la Universidad Nacional de Tucumán, nacido en Argentina, quien desde 2006 trabaja como profesor en la máxima casa de estudios mexicana.
Una vez que recorran 384 mil kilómetros y lleguen a la Luna al final del mes, los robots mexicanos deberán salir disparados de la nave y encontrarse entre sí como una ‘colmena’ de abejas, a lo que debe su nombre la misión mexicana llamada, justamente, Colmena.
Todo debe ocurrir después de que esos dispositivos hayan estudiado el polvo lunar.
¿Para qué?
A esta primera misión lunar mexicana deben seguir otras dos y con eso la UNAM subirá de lleno al país y a Iberoamérica a una comunidad creciente de millonarios, empresas e individuos que involucran a la humanidad en la nueva era de su historia económica.
Es una carrera global. En Norteamérica es la NASA la que reúne esfuerzos en torno al programa Artemisa, en el que participan todos, principalmente con recursos privados, para regresar posiblemente este mismo año a la humanidad a la Luna.
El cohete de ULA no habría superado la atmósfera sin los motores elaborados por Blue Origin, de Bezos, quien apuesta a que próximamente, los recursos necesarios para la manufactura provengan de asteroides y del satélite natural más próximo.
Solamente la Luna, cuya superficie es más o menos del tamaño de África, contiene agua y elementos raros esenciales para la electrónica y la energía renovable. También abundan el sílice, útil para fabricar vidrio y paneles solares, y metales como hierro, titanio y aluminio.
El fundador de Amazon vaticina que la manufactura terrestre terminará migrando al espacio, propiciando que la Tierra se convierta en un territorio protegido, como fuente de recursos biológicos universales.
El gobierno de México explicó así la meta del proyecto Colmena: “Generar un sector espacial vibrante y desarrollar empresas unicornios mexicanos en lo denominado ‘Nuevo Espacio’ (New Space), con un enfoque más centrado en los beneficios de desarrollar tecnología propia, que en la mera espectacularidad de un viaje espacial en sí”.
¿Qué instituciones gubernamentales son el contacto de la UNAM? la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT) y la Agencia Espacial Mexicana.
Ésta última opera con apenas unos 73 millones de pesos anuales que le brindan los diputados. ¿Qué podría pasar si le duplican ese presupuesto a costa, digamos, de Pemex?