Parteaguas

¿Oigan, todavía necesitamos desarrolladores?

Tener ChatGPT no basta para usar ChatGPT. Y seguramente sucederá con Gemini. Hay que saber hablar o escribir la instrucción y para eso se necesita talento.

Aquí hay un curso de programación de un minuto: vayan a Open AI, abran ChatGPT 4 y en la caja de texto escriban: ‘Ayúdame a programar el código del juego de Tetris’.

Si son médicos o gerentes de hotel, también pueden pedir que les dé un paso a paso para crear un programa de control de citas.

En medio minuto aparecerán en su pantalla los detalles de las instrucciones. Bajar Python, abrir ese programa y comenzar a programar sin la intervención de un especialista en TI.

¿Entonces ya no necesitamos a la gente de ‘sistemas’, a los especialistas en tecnologías de la información, o TI?

Esa pregunta es más válida a partir de la oferta de servicios en la nube. Microsoft, Google y AWS que se hicieron de la mayor parte del mercado, se encargan de la protección de información, sustituyendo la necesidad de tener servidores.

La respuesta, en este caso, no puede darse en un minuto. Pero hay algo claro: necesitamos desarrolladores… más hábiles.

Primero, la buena

Ayer murió Bard y nació Gemini. Si no conocen esos nombres, seguramente éste sí: Google.

Gemini es la nueva apuesta de inteligencia artificial de esa compañía que es dueña del buscador más famoso de internet. Lo cobran en unos 400 pesos mensuales junto con otros servicios, por lo que alguna bondad tendrá.

Desafortunadamente y a diferencia de su mayor competencia, ChatGPT, Gemini sólo entiende inglés por el momento. Así lo describen sus creadores:

“Gemini es el primer modelo que supera a los expertos humanos en MMLU (Massive Multitask Language Understanding), uno de los métodos más populares para probar el conocimiento y las capacidades de resolución de problemas de los modelos de IA”.

En pocas palabras (y en ciertas tareas), ya puede entenderlos mejor que una persona.

La ayuda de las máquinas en las tareas diarias es ya un mecanismo disponible y cotidiano que funciona con abrir la computadora. Quien no quiera usarlo ahora, terminará haciéndolo después, tal y como todos terminamos alguna vez usando Word o Excel.

Perdonen ustedes el contexto técnico: primero fue el bardo digital de nuestra era, ChatGPT, que se puso la toga y el birrete de un desarrollador de software de alto nivel. En segundo lugar, Copilot de GitHub, y por último, el gladiador cerebral de nuestro coliseo digital, AlphaCode de DeepMind, que superó al intelecto humano o a casi la mitad de los desarrolladores con los que compitió en su debut.

Todo lo anterior derivó en el beneficio resumido esta semana por el escritor neoyorquino Peter Diamandis:

“La IA está democratizando la codificación”. En su opinión, cualquiera que pueda simplemente expresar lo que quiere en lenguaje natural (por ejemplo, en inglés) podrá utilizar la IA para convertir sus deseos en código.

De esta manera, los médicos, los abogados o los niños codificarán. Al eliminar las barreras que alguna vez bloquearon la creatividad, ahora casi cualquiera puede construir sistemas que resuelvan problemas y con ello crear valor para la sociedad, y posiblemente un buen negocio.

¿Muy bien, pero y los desarrolladores?

Pregunté a dueños de empresas proveedoras de software. Sus predicciones parecen lógicas.

La escritura de código como tal sí va a quedar en manos de la IA, pero usada por una persona que entienda el problema y con base en ello genere la estructura de una solución. Como un arquitecto que planea cómo va a ser la casa y supervisa a los trabajadores que la construyen para que quede como él espera.

Eso implica concentrarse en una habilidad subvaluada: la comunicación. Escuchar, comprender y comunicar a la IA y a la gente lo que debe hacer.

Tener ChatGPT no basta para usar ChatGPT. Y seguramente sucederá con Gemini. Hay que saber hablar o escribir la instrucción y para eso se necesita talento.

A decir de quienes están en el negocio, los desarrolladores están muy demandados y a salvo… Los desarrolladores que sepan ser humanos. Mientras más humanos, mejor.

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