Si las finanzas de este país se van a caer, alguien tiene que avisar a las casas de cambio.
El viernes, ya cuando la mayoría se fue a comprar aguacates para el guacamole del domingo, la gente de la calificadora Moody’s emitió un comunicado que dejó la confianza en Pemex en calidad de cubeta de albañilería.
¿Qué dijo Moody’s? En general, lo siguiente: Que rebajó la evaluación crediticia base (BCA) de Pemex a ca desde caa3 y las calificaciones senior no garantizadas respaldadas de Pemex Project Funding Master Trust, a B3 desde B1. La tiró por la escalera, vaya.
Pero el tipo de cambio prácticamente no se movió y hasta ayer el dólar estaba en 17.10 pesos, apenas 13 centavos por encima de su cotización del arranque del año. ¿Por qué no hay gente corriendo a comprar billetes verdes? Vamos por partes.
En los detalles del comunicado de Moody’s hay algunas pistas. Va un ejemplo:
“Moody’s Investors Service (Moody’s) rebajó la evaluación crediticia base (BCA) de Petróleos Mexicanos (PEMEX) a ca desde caa3, lo que refleja su fortaleza crediticia independiente”.
La calificadora neoyorquina tomó el bisturí y finalmente separó a la petrolera de la estructura gubernamental.
A los mexicanos nos cuesta entender que Pemex no es el gobierno, sino que es una empresa que siempre ha sido administrada por el gobierno. De manera incompetente, por cierto.
¿Pero como son la misma cosa, del mismo cuero salen las correas, no?
Hasta ahora, Moody’s y otras empresas que califican créditos habían asumido lo mismo, consecuentemente, mantenían a Pemex con una nota más alta que la que merece, pues al final, ‘papá' gobierno pagará los errores del ‘niño’ petrolero.
No obstante, esta compañía de Nueva York visualiza que el problema se pondrá tan grave, que durante el próximo sexenio, quien ocupe el Palacio Nacional no tendrá la voluntad de tirarse al vacío por esa compañía.
Lean esta frase de nuevo: “lo que refleja su fortaleza crediticia independiente”. O sea, ésta es la calificación que realmente merece la petrolera. Es reprobatoria y no pasa los exámenes de confianza. Pregunten a sus amigos que venden cosas a Pemex a ver si les han pagado.
Quizás no es plática de banqueta, pero entre banqueros, todos sabían que las calificaciones de Pemex eran peores, solo que el respaldo del gobierno mantenía los números por arriba. Lo que hizo Moody’s no fue reflejar que Pemex está mal, sino solamente hacerlo evidente.
Los ejecutivos que firman el documento emitido el viernes, Roxana Muñoz y Marcos Schmidt, compartieron esta otra frase que acaso sube el tono en el problema:
“(La rebaja a B3) refleja el supuesto revisado de Moody’s de apoyo gubernamental a Alto desde Muy Alto”. Papá gobierno sigue ahí, pero ya no con tanto amor.
¿Por qué? El cambio refleja la suposición de Moody’s de un probable cambio en la voluntad de respaldar el servicio completo de la deuda de la compañía en los próximos años a la luz de las crecientes necesidades de efectivo de Pemex.
A la presidenta que llegue, le entregarán problemas fiscales debido al costo de pagar deudas, mayores gastos sociales en reparto de dinero a la población por pensiones y aumento del gasto en proyectos emblemáticos como el Tren Maya.
¿Ese es el panorama, por qué no se dispara el dólar? Probablemente porque si bien Pemex jala las finanzas públicas hacia abajo, hay otra corriente en dirección contraria, empujada por ustedes:
En términos anuales, la cifra que contiene el IVA que pagan hasta en las hamburguesas, sumado al impuesto que les cobran vía nómina, más el ISR que pagan las empresas, y el IEPS que pagan por gasolina y refrescos, creció 12.4 por ciento. Solo en diciembre, todo ese tributo que ustedes entregan al gobierno creció 27 por ciento.
Esos números ya están 13 por ciento por arriba de 2019, el último año antes de la pandemia, lo que significa que ustedes que conforman la parte privada de la actividad del país, compensan la mala administración gubernamental que arrastra Pemex desde hace décadas.
Esa aportación de ustedes podría crecer más, en la medida en que aumenten tendencias como la del nearshoring vía nuevas inversiones y nuevos empleos que aumenten más los salarios y por tanto, el pago de más ingresos tributarios que reciba el gobierno para pagar entre otros gastos, los intereses de la monstruosa deuda de Pemex.