Faltan poco más de 100 días para saber quién va a ganar la presidencia de México. Tendremos a una mujer en el cargo, a decir de la información disponible. Para fines de negocios ya no parece relevante cuál de las dos triunfe.
Las manifestaciones de este domingo en el Zócalo y en otras plazas reflejaron una clara inclinación por la oposición. Solo es cuestión de días para que el otro bando convoque a un número similar de personas.
Pero en esencia, una oferta no dista mucho de la otra y entre sus coincidencias existe al menos un aspecto positivo.
Claudia y Xóchitl pertenecen a partidos políticos que llegaron al poder siendo oposición, pero ambas corrientes cedieron finalmente ante la fuerza política y técnica de individuos que operaron en favor del PRI o de sus gobiernos. Bartlett, Beltrones, Guajardo, De la Fuente…
Los mexicanos mezclamos los colores de la plastilina y no podemos regresarla ya a su estado original. Encaremos eso y maduremos.
Pero las próximas candidatas convergen además en una veta de conocimientos conectada directamente con una ruta de riqueza.
Me explico: a los mexicanos nos enseñaron que el país es ‘rico en recursos naturales’ y que por eso no debería existir la pobreza. La realidad pone a prueba esa hipótesis sexenio tras sexenio.
Podemos probar otra vez, pero entre tanto, surgió otra ruta a la prosperidad que muestra el enriquecimiento de las naciones a partir de cosas invisibles. Expliquen ustedes por qué a partir de este año, ARM vale más que Ford o Nvidia, más que Amazon.
Ustedes pagan por productos y servicios de ARM y Nvidia todos los días. Sea por su coche, por su smartphone, su internet o algún servicio de almacenamiento en la nube. Sin esas compañías sería imposible que funcionen esos productos y sus servicios.
Pero no hay mexicanos en ese negocio. Ni Grupo Carso, de los Slim, ni una prominente empresa regiomontana como Grupo Alfa se involucran en la manufactura de la infraestructura de la nueva tecnología.
Es posible que no juntemos un millón de connacionales que entiendan bien de esos temas.
Pero, Xóchitl y Claudia, sí entienden. Y lo mejor es que ambas tienen intenciones de hacer algo al respecto.
Una es ingeniera en computación por la UNAM, con especialidad en robótica, inteligencia artificial, edificios inteligentes, sustentabilidad y ahorro de energía.
La otra es licenciada en física y doctora en ingeniería energética, también por la UNAM.
La que llegue debe instalar en la presidencia, por primera vez, conocimientos que se recargan en la lógica, en técnicas de producción.
Busquen hasta donde les llegue la memoria: López Obrador, ciencias políticas; Peña Nieto, abogado; Felipe Calderón, abogado; Vicente Fox, administrador de empresas; Ernesto Zedillo, economista…
La formación tecnológica de la futura presidenta llegará en el mejor momento. Usar esa ventaja será una cuestión de voluntad, pero no de capacidad.
Los habitantes del país dependieron durante décadas de las variaciones del precio del petróleo; de las variaciones económicas en los ingresos de consumidores estadounidenses o en el estado de ánimo de sus políticos.
Los gobernadores arman nichos con veladoras para que caigan en su estado inversiones de alguna empresa foránea, que le permita destacar en el ranking de inversión extranjera directa.
Pero es imperativo cambiar la dinámica cuanto antes. Podemos hacer puertas y partes para motores, pero en ánimo de crear prosperidad, conviene orientar a México en una ruta hacia la micro manufactura avanzada que representan los semiconductores, las GPUs, la inteligencia artificial, el almacenamiento en la nube, la computación cuántica y la tecnología espacial.
Alguien lo hace ya y otros van a hacerlo pronto, mejor que seamos nosotros.
El premio nobel Milton Friedman decía que no sirve cambiar a los políticos, lo que conviene es cambiar el valor político de las decisiones que toman. Ojalá venga una ola rosa que persiga la riqueza. Aquella de saber hacer cosas de verdadero valor.
Si la gente empuja, la presidenta seguirá el olor de los votos.