Hace ya cuatro años desde el día en el que nos encerraron para no esparcir un virus. Desde entonces a la fecha el precio de la gasolina en México subió 17 por ciento, que no es poca cosa.
Pero ese ajuste resulta pequeño frente al de un producto cuya compra puede causar más satisfacción que pisar el acelerador: los chocolates elevaron 38 por ciento su precio, de acuerdo con el Inegi, frente a una inflación general del 25 por ciento en México.
Una bolsa de Hershey’s cuesta 85 pesos y el paquete de Chocolate Abuelita, poco más de 50. No es como para preocuparse, obviamente, pero las razones del ascenso en el precio sí valen una revisión.
Una tiene que ver con la razón del consumo, de la demanda. La única razón para consumir chocolate es para sentirse bien o provocar satisfacción en alguien. Por su sabor, pero también por los efectos de sus químicos, el cacao es una suerte de medicina emocional que la gente exige más particularmente en tiempos difíciles. Digamos, durante la pandemia de un coronavirus o la de una no declarada, de depresión.
Información de Google Trends revela que el momento en el que la gente buscó más la palabra chocolate fue justamente en el otoño de 2020, desde entonces el interés se ha reducido, pero muy poco.
¿Quién lo compra?
En México podrían ser los millennials y los mayores de 60 años quienes empujan las compras.
De acuerdo con el World Happiness Report 2024 elaborado por la consultora Gallup en conjunto con la Universidad de Oxford, los mexicanos son relativamente felices y se ubican como el país 25 en cuanto a satisfacción con la vida entre 143 países.
Pero ocurre algo opuesto a lo que pasa, por ejemplo, en Estados Unidos: en México los que están menos felices son los que ya no son tan jóvenes.
Los menores de 30 están en el lugar 22 de felicidad en el mundo, de acuerdo con esa investigación. Son casi tan felices como los irlandeses, pero más que los belgas, uruguayos e ingleses de su edad.
Quienes están por arriba de los 60 aparecen en la posición 33 del mundo, están menos contentos que los habitantes de su edad en China, Eslovenia, Malta, Uruguay, entre otras naciones.
Entre estadounidenses –que aparecen en el lugar 23 de la tabla– ocurre lo opuesto. Son los jóvenes los que tienen menos satisfacción con la vida, de acuerdo con el estudio.
Las tendencias son interesantes. Mientras en México parece estable, en general, la felicidad en Estados Unidos y en Canadá, decrece rápidamente.
¿Es posible que en esas naciones busquen fuentes de satisfacción externas como las drogas o el chocolate? ¿Si la demanda crece como consecuencia de cambios en el estado de ánimo, qué pasa con el otro lado del mercado?
¿Quién lo vende?
De acuerdo con Bloomberg, Ghana, el segundo mayor productor del mundo, está a punto de perder el acceso a un mecanismo de financiamiento clave, ya que la crisis de su cosecha de cacao lo ha dejado sin suficientes granos para garantizar el dinero.
La Junta del Cacao de Ghana depende del financiamiento extranjero para pagar a los productores de cacao por sus granos.
Además, se acumulan cosechas deficientes provocadas por el mal tiempo y las enfermedades de los cultivos en África occidental, donde se produce la mayor parte del cacao del mundo.
Existe el riesgo de que el desequilibrio se pronuncie. Las nuevas normas de la Unión Europea, destinadas a impedir la venta en tiendas de productos que destruyen los bosques, pueden dificultar aún más el abastecimiento de los principales chocolateros del bloque.
Tenemos con ello un escenario que promete un cambio estructural en el mercado de un producto mundano que hasta ahora es muy accesible. Como lo fue el aguacate.