Parteaguas

Juego nuevo, México

En el mundo se gesta un supergobierno. México no podrá abstraerse de las reglas de Nvidia, Apple, Microsoft o AWS.

Las siguientes semanas serán dedicadas a la creación de un nuevo país. México mantendrá su población y el mismo territorio, pero sus reglas serán distintas una vez que avancen las reformas constitucionales promovidas por el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Sus detractores advierten una próxima destrucción; sus adoradores, la llegada de la justicia.

Independientemente de lo que suceda acá, en el mundo se gesta un supergobierno. México no podrá abstraerse de las reglas de Nvidia, Apple, Microsoft o AWS.

El costo de ignorarlas es el de salir de la economía mundial e inventar otra manera de alimentarnos y curarnos. Ni China con su enorme población y tecnología, lo intenta.

Así que diputados y senadores discutirán normas nacionales en una nueva legislatura, pero al final, ellos como todos portan un smartphone en la bolsa que los ata a las reglas universales.

En esa órbita estamos mal, muy mal. Es urgente considerarlo durante la próxima manufactura de la Constitución.

Durante la era en la que las petroleras fueron las mayores compañías del mundo, México al menos tenía a Pemex. En esta época de la compra y venta de conocimiento, piensen en alguna compañía nacional que se aproxime a las actividades de Google.

Ya se fueron. Los tecnócratas de la escuela de Agustín Carstens ya quedaron al margen de la historia después de dejar el país con finanzas públicas en orden, obtenida a cambio de una vergonzosa mediocridad económica.

Nunca procuraron la victoria que persiguen las grandes naciones.

Para jugar en el nuevo mundo es necesario comprar máquinas y capacitar gente.

En Brasil lo saben. Incluso en Argentina. Quizás por eso ustedes conocen a Nubank y Mercado Libre.

Brasil tiene nueve supercomputadoras en la lista Top500, cinco de ellas son propiedad de Petrobras. Adivinen qué nación tiene la información más detallada y precisa de reservas de hidrocarburos en Latinoamérica.

Cuando buscan crudo es clave evitar yacimientos caros o inaccesibles, pero su calidad no se confirma sino hasta después de la perforación, por eso la información reduce los errores y provoca empresas más rentables.

En 10 años, Petrobras pasó de sacar una ganancia de 17 centavos a cada dólar de sus ventas, a 53 centavos de utilidad, al cierre de 2023. Conocimiento es el nombre del juego.

Incluso la atribulada Argentina también tiene una supercomputadora en la lista de las Top500. Se llama Clementina XXI, ocupa el lugar 224 del mundo y la usan para análisis del clima, asunto clave en la producción agrícola eficiente.

México no tiene una sola máquina en esa lista. Su gobierno y sus empresas no entienden la relevancia de esa infraestructura y ahí tienen al vulgo rascándose la cabeza para entender por qué este país crece acaso al 2 por ciento, cuando las cosas van ‘bien’.

Es un crecimiento insuficiente para dar empleos a este país que va rumbo a los 140 millones de habitantes. Es inadmisible, si lo que quieren en verdad es que las familias más rezagadas salgan de un ciclo de pobreza sin final.

No son la única solución, pero ayudan mucho. Las nuevas supercomputadoras, con un valor de cientos de millones de dólares, están dedicadas a revisar datos estadísticos a una gran velocidad para resolver, entre otras tareas, nuevas curas a enfermedades.

Los antibióticos recién cumplieron 100 años de su creación y su existencia cambió a los humanos, brindándoles unos 25 años más de vida.

Lo que las nuevas máquinas crearán podría brindar otros 25 años más y quien tenga las fórmulas las ofrecerá al mundo, con las ventajas económicas que eso representa.

Eso es solo uno de los caminos que ofrece esta nueva economía.

Los legisladores mexicanos pueden limitarse a cambiar la política nacional, o pueden sumar a sus metas el involucrar a México en una nueva vida de tecnología aplicada y comercializable.

Es incluso deseo de la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, el reducir el rezago nacional en esa materia, asignando la tarea a una nueva secretaría de estado, como la tiene Chile, desde hace tiempo.

No hay pretexto. Hoy el partido oficial tiene todo el poder necesario para llevar a México a donde quiera, sin obstáculos como los que tuvieron todos los gobiernos de los últimos 40 años. Ojalá que sus miembros tengan un tamaño de ideas y acciones correspondiente con el de esta oportunidad.

COLUMNAS ANTERIORES

¿Ya no quieren México? ‘Texas está listo’
Dos presidentas a la vista

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.