En México tenemos nuestras propias olas. Ayer la Suprema Corte avisó que se sumará al paro nacional del Poder Judicial para tratar de detener cambios a la Constitución.
Esos dilemas locales distraen de lo que ocurre en el contexto global en asuntos que en otro momento provocarían muchas cejas levantadas y posiblemente impactos de rebote, digamos, en el estado de Puebla.
Volkswagen AG, la principal inversionista de esa entidad mexicana, está considerando cerrar fábricas en Alemania por primera vez en sus 87 años de historia, de acuerdo con información revelada ayer por Bloomberg.
¿La razón? La competencia que enfrenta desde China y Estados Unidos con marcas como Chery (Chirey) y Tesla. Lo que pueden agradecer los consumidores está también descarrilando la operación de las principales proveedoras europeas de coches, incluso en el país de origen histórico de los automóviles.
“VW está reconociendo cuán grave es la situación”, dijo Harald Hendrikse, analista de automóviles de Citigroup.
En México, Volkswagen tiene una participación de 9 por ciento en el mercado, ligeramente mayor que la del año pasado y es la tercera compañía que más coches vende, detrás de Nissan y General Motors, en ese orden.
Pero sus ventas de vehículos en el mundo cayeron 2 por ciento, a 4.3 millones de unidades en el primer semestre del año.
Los datos generales que entregó a sus accionistas se vieron mejor que ese resultado gracias a un aumento de los ingresos en la división de servicios financieros, mostrando un incremento del 2 por ciento, pero su margen operativo está ya 6.3 puntos porcentuales por debajo del mismo lapso del año anterior.
¿Sus acciones? Ya están en 95 euros cada una, un precio 60 por ciento por debajo con respecto al nivel de hace tres años.
Por eso la compañía intenta reducir sus costos, lo que la llevó hace menos de un mes a negociar de última hora con los trabajadores de su sindicato mexicano, quienes accedieron a conjurar una huelga a cambio de un aumento de 10.6 por ciento.
Pero en Europa el escenario es distinto, con empleados que tienen ingresos superiores y el mercado enfrenta una fuerte competencia desde China y de Estados Unidos, por la vía de Tesla.
Bloomberg reportó que las ventas de automóviles en ese continente todavía son casi un quinto más bajas que los niveles previos a la pandemia. Fabricantes como Volkswagen, Stellantis y Renault operaban más de 30 fábricas a niveles que los analistas consideran no rentables, según datos de Just Auto. Eso incluye la extensa fábrica local de Volkswagen en Wolfsburg, la más grande de Europa.
El continente está excepcionalmente expuesto al ocaso de la era de la combustión.
El mercado pide automóviles eléctricos y las manufactureras chinas los ofrecen a precios excepcionalmente bajos.
Esta situación obliga a la influyente Volkswagen a considerar el cierre selectivo de plantas en días en los que Alemania enfrenta elecciones políticas. Este mes sus ciudadanos eligen nuevas autoridades estatales en los estados de Sajonia, Turingia y Brandemburgo.
En el primer lugar de las encuestas está el partido de ultraderecha que lleva algunos años trabajando en la reivindicación soterrada del nazismo, escribió Pablo Hiriart en una columna publicada el viernes en El Financiero. “Se trata de Alternativa Alemana (AfD), cuyas posiciones son tan extremistas que en el Parlamento Europeo, el partido (francés) de Marine Le Pen y el (húngaro) de Viktor Orbán han rechazado hacer alianzas con él”.
En este escenario, directivos de Volkswagen lidian con las finanzas y la política.
“Lo que está en juego en última instancia es la viabilidad futura de la industria en este país y un efecto dominó correspondiente”, dijo Daniela Cavallo, la principal representante de los empleados de Volkswagen, en un boletín del comité de empresa.
Eso, en el mismo año en el que la compañía anunció que invertirá 942 millones de dólares en su planta de Puebla para la creación de un centro estratégico de electromovilidad. Atentos.