Parteaguas

¿Todavía quieren coches?

Sus acciones evidencian que el mayor interés de Elon Musk ya no está en los coches, sino en los cohetes que pueden llevar gente a la Luna.

La obra de arte más bonita que vi alguna vez en Detroit la hizo un mexicano. Cuando los coches eran novedad, el marxista Diego Rivera realizó entre 1932 y 1933 una serie de veintisiete paneles que conforman un mural titulado La Industria de Detroit.

Hoy, esos frescos solicitados por Edsel Ford, de la compañía que lleva ese apellido, todavía adornan las paredes de un patio interior del Instituto de Artes de esa ciudad.

Ya pasaron casi 100 años desde ese momento. ¿En este 2024, qué tanto queremos que lleguen a México más empleos para hacer coches?

Están ocurriendo tantas cosas a diario, que empieza a desdibujarse la ventaja de atornillar puertas y motores.

Es una realidad. Quienes gobiernan las naciones usualmente han habitado el mundo por más de medio siglo.

Algunos vieron, incluso, los diarios que difundieron el final de la Segunda Guerra Mundial; la caída del Muro de Berlín; la crisis financiera de Estados Unidos en 2009 y la más reciente pandemia mundial. Muchos hechos que asimilaron al tiempo que atestiguaron el lanzamiento del iPhone y el Instagram. Es mucho ruido.

Quizás eso les impide observar que los más jóvenes no tienen las mismas inquietudes que previas generaciones. Se sienten menos atraídos por trabajar en la Ford, en Nissan o en la GM.

Vaya, pregunten a los veinteañeros que tengan cerca si prefieren ahorrar 30 mil pesos para su primer coche o usarlos para comprar un iPhone. Anticipo una respuesta en favor de la segunda opción.

Las empresas que venden automóviles batallan desde hace tiempo con las utilidades. Sus márgenes de ganancia rondan el 12 por ciento y sobre eso todavía deben pagar impuestos.

Además, les cayó la competencia China con coches aproximadamente 20 por ciento más baratos. Las estadounidenses, las japonesas y las europeas deben competir con precios bajos.

¿De dónde va a salir para pagar una buena vida a la gente que los construye?

Repasemos. Envalentonado, Donald Trump, de 78 años, dijo este mes que defenderá los coches. Que quiere esos empleos de vuelta en su país.

También dijo en Detroit, la cuna automotriz de esa nación, que si llega a la presidencia estadounidense no sólo revisará el tratado comercial de Norteamérica, como lo disponen sus reglas, sino que va a abrirlo para renegociar todo, como ocurrió durante su mandato previo.

¿A quién se lo dice? No es a los más jóvenes, sino a jubilados y despedidos que habitan una región triste. Las calles del centro de Filadelfia y de Detroit evidencian abandono. Su gente quiere venganza y vienen las elecciones.

Ford, GM seguirán buscando en dónde pueden pagar menos a sus empleados y a sus proveedores. Stellantis, la fabricante de Chrysler y Jeep, está en una crisis de liderazgo y es la más obligada a bajar precios si quiere sobrevivir.

¿Es con esa industria con la que queremos vincular a los más jóvenes mexicanos?

Este mismo mes en el que Donald Trump hizo esas promesas, su admirador y patrocinador, Elon Musk, hizo labores de mago.

Distrajo a la audiencia con un malogrado evento de Tesla que ya entró en el carril de drama del resto del sector. Su Robotaxi que presuntamente podría haber armado en Monterrey, sigue siendo un proyecto.

Las acciones de esa compañía cayeron de valor casi 9 por ciento en tres días.

Musk escondió el fracaso detrás del prototipo de una van futurista y del anuncio de que pondrá a la venta robots que cuidarán de los niños de la casa… algún día.

Lo verdaderamente importante con sus empresas ocurrió este fin de semana.

Elon Musk consiguió que uno de sus cohetes espaciales no solo regresara a la Tierra, sino que aterrizara en la misma base fija de la que partirá la siguiente ocasión. Las tenazas de una inmensa torre atraparon el gigante artefacto con la delicadeza de una madre con su bebé.

Sus acciones evidencian que su mayor interés ya no está en los coches, sino en los cohetes que pueden llevar gente a la Luna, sí.

Pero antes, otro negocio, por ejemplo: transportar pasajeros de Los Ángeles a Tokio en una hora.

No quiero ser malinterpretado. Valoro el trabajo que brindan las empresas automotrices y tiene sentido enfocar a la población en nuevas tecnologías de movilidad.

Pero conviene sacudirnos. Ya hicimos mucho tiempo lo mismo y eso no durará. Ahí están las nuevas industrias, la espacial, la de la biotecnología… la nueva administración de la presidenta Claudia Sheinbaum tiene planes al respecto.

Traeré información fresca sobre el tema esta semana.

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