Parteaguas

¡No manchen Canadá!

México no representaba una amenaza. Para los mexicanos, los canadienses suelen tener solo sonrisas y buen trato. Pero ahora Doug Ford quiere sacar a México del T-MEC, que vincula a los tres países de Norteamérica.

En las casas mexicanas, Canadá tiene sabor y existe en la forma del frasco de cualquier cosa que sea eso que llamamos ‘miel de maple’ que no es miel y regularmente no viene del maple. Para ellos existimos en calidad de botella de mezcal.

De ahí en más, entre las masas de ambas naciones no hay una relación cercana.

La mayoría de los mexicanos quizás no sabe siquiera que el nuevo Ken de la muñeca Barbie, Ryan Goslig, procede de la localidad de London, pero la de Ontario, en el país más norteño de América.

Esa provincia es gobernada por un señor que podría formar parte del séquito de los villanos en una película de parodia en Hollywood.

Su nombre es Doug Ford y fue presidente de la empresa Deco Labels and Flexible Packaging, que fabrica, entre otras cosas, esos coloridos empaques en bolsa útiles para plumas BIC o las galletas Óreo ‘resellables’, que a veces vemos tirados en la calle.

Al personaje en cuestión no le gusta México, o sus mexicanos, a decir de sus declaraciones.

La más reciente es de ayer y respondió a amenazas que soltó el lunes Donald Trump, un individuo con el que comparte ideas y características físicas:

Compararnos con México es lo más insultante que he escuchado de nuestros amigos y aliados más cercanos, los Estados Unidos de América”, dijo el primer ministro de Ontario, Doug Ford. “Sus comentarios (los de Trump) me parecieron injustos. Me parecieron insultantes. Es como si un familiar te apuñalara en el corazón”.

¿En serio? No manchen, Canadá ¡No manchen Canadá!

Puedo constatar que para ellos no existimos en el día a día. Vaya, en el más común de los casos celebran la exótica presencia de un mexicano como el que esto escribe en ciudades tan lejanas como Saskatoon, Toronto o Calgary.

Y seamos honestos. Acá en la Condesa, en Cancún o en Los Cabos, tampoco los distinguen. Suelen agruparlos en ese término de “gringos”, útil en México para todo aquél que no hable mexicano. Vaya, ni fu ni fa.

En la banqueta nadie sabe de esos 75 millones de dólares en mercancías que mexicanos y canadienses se venden entre sí, a diario.

En viajes a ese país he verificado que su mayor preocupación está en los asiáticos.

Son ellos los que han progresado en ciencia y tecnología al punto de competir por mercados y empleos sofisticados, o incluso por comprar la misma casa en Vancouver, en donde los precios de las viviendas se dispararon por las compras hechas por pudientes coreanos y chinos.

Acá, los mexicanos ricos duermen en sus concesiones, no invierten en tecnología ni en ciencia. Nunca harán un Blackberry. Los pobres son educados por la SEP, lo que ya es decir suficiente. En medio quedan los “aspiracionistas” que reciben golpes de todos lados y no tienen tiempo para ocuparse de las relaciones internacionales.

No representamos amenaza. O no la representábamos. Para los mexicanos, los canadienses suelen tener solo sonrisas y buen trato.

Pero ahora Doug Ford quiere sacar a México del T-MEC, que vincula a los tres países de Norteamérica. El primer ministro, Justin Trudeau, urgido de que no lo despidan del puesto, lo está pensando, no ha rechazado la idea… ¿Y eso? ¿Pues qué fue?

El pobre argumento de Ford es el siguiente: que México se ha convertido en una puerta trasera para que los automóviles, las piezas de automóviles y otros productos chinos ingresen a los mercados canadienses y estadounidenses. Así, sin datos duros, los mexicanos están:

“Poniendo en riesgo los medios de vida de los trabajadores canadienses y estadounidenses, socavando a nuestras comunidades y causando un daño enorme a nuestro éxito económico compartido (entre Canadá y Estados Unidos)”, acusó Ford.

No descarto que le asista cierta razón. Pero esas cosas se hablan y se resuelven.

El gobierno de México ha establecido aranceles a productos chinos para contener las importaciones y hay una estrategia encabezada por el secretario Marcelo Ebrard para propiciar que los mexicanos produzcan insumos que hoy vienen del otro lado del Pacífico.

La estrategia canadiense ya probó sus fallas. La amenaza de Trump de imponer aranceles ahora pesa por igual sobre México y sobre Canadá, países que son más débiles divididos. Para colmo, el embajador canadiense, Graeme C. Clark, ya está haciendo maletas. No manchen Canadá.

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