No exagero. Hoy se decide si la administración de Joe Biden, presidente de Estados Unidos, pasará a la historia como un éxito que cambió al mundo, o como un fracaso que, aun ganando la elección de 2020, fue derrotado por el populismo de Donald Trump. Así de grave.
El Congreso tiene dos decisiones inaplazables. La primera, logrará que el gobierno siga funcionando, al elevar el techo de endeudamiento del gobierno. Hasta ahora, la intransigencia republicana mantiene su postura de negarse a negociar. Mientras los aumentos del gasto eran de Trump, pasaban alegremente. Ahora que son de Biden, ya la cosa cambia.
Si Estados Unidos tiene que declararse insolvente, la gravísima crisis económica que esto ocasionaría acabaría afectando al mundo entero, y en particular, a la economía mexicana, que depende en un altísimo porcentaje del crecimiento y del buen funcionamiento financiero de nuestros vecinos. Las bolsas del mundo vendrían en picada, y en México nuestra moneda sería golpeada con fuerza.
Ya ni les platico la crisis interna que sufrirían los estadunidenses. Ya de por sí, hay muchos sectores económicos que apenas se están reponiendo de las pérdidas causadas por la pandemia del Covid, en la que el gobierno se vio obligado a subsidiar con fondos de emergencia a gran parte de su población. Si el gobierno cae en la insolvencia, tendría que detener todas las actividades no esenciales, dejando sin ingresos a miles y miles de trabajadores del gobierno federal, y por consiguiente, el estancamiento económico sería inmediato.
Decía un senador demócrata que no ponerse de acuerdo en este tema sería una auténtica estupidez. Nadie gana, y todos pierden.
La otra iniciativa que tienen enfrente los legisladores es la propuesta del presidente Biden de gastar 3.5 trillones de dólares en una gigantesca ley de apoyo a la infraestructura del país, que incluiría normas altamente restrictivas en temas de contaminación, pero también grandes estímulos. Una persona que decida comprar un auto eléctrico antes de 2027 tendría créditos fiscales hasta por 12 mil 500 dólares.
Incluye también un enorme paquete para mantenimiento y reconstrucción de carreteras, puentes y aeropuertos, dos años de educación superior gratuita para todos, garantías a las madres de niños en edad de kínder y maternal de estancias infantiles gratuitas, que le permitan a las madres incorporarse a la fuerza laboral, muchos estímulos a la educación en todos sus niveles, así como a servicios de salud.
Los republicanos propusieron una ley mucho menos ambiciosa, para reparar y dar mantenimiento a carreteras y puentes, mientras se negociaba el paquete grande. Pero el sector progresista de los demócratas en la Cámara baja sabe muy bien que las promesas de negociar de los republicanos son como las de AMLO y las medicinas para niños con cáncer: palabras totalmente vacías.
Finalmente, se anunció para hoy un voto de ambas iniciativas. La primera es impostergable, porque a la medianoche expira el límite para aumentar el techo de la deuda.
La segunda está en medio del jaloneo final. Ambos partidos saben que la iniciativa es altamente popular, aun en zonas republicanas. Como esta ley entra en el proceso de reconciliación, sólo requiere de mayoría simple. Los demócratas están enfermos, porque dos de sus senadores, Manchin, de Virginia del Oeste, y Sinema, de Arizona, no han garantizado su apoyo. Ambos representan a zonas altamente republicanas, pero ello no debería importar, porque la popularidad de la ley trasciende partidos. Será difícil que algún republicano vote a favor en el Senado. En la cámara, Nancy Pelosi tiene los votos.
Esta noche, en Al Cierre, ya seremos más sabios. Los esperamos en El Financiero TV.
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