Jorge Berry

Diplomacia fallida

Con el cumplimiento de sus compromisos de cooperación es como México podrá sostener una relación estable con Estados Unidos, no con amenazas huecas.

Para sorpresa de nadie, la confrontación que sostiene el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, con los legisladores de Estados Unidos se mantiene viva. Esto empezó con la tragedia ocurrida en Matamoros, donde dos ciudadanos estadounidenses perdieron la vida, pero la cosa va más allá.

Fareed Zacharia es un periodista mundialmente reconocido como una de las mentes más claras en lo que a información internacional se refiere. Sus credenciales y reputación son impecables. Todos los domingos, la cadena internacional de noticias CNN transmite un programa con Zacharia, donde analiza los temas más relevantes del momento en el escenario mundial. En su más reciente emisión, Zacharia se refirió extensamente al presidente de México, y a lo que está pasando en nuestro país.

Durante años, AMLO anduvo fuera del radar de la prensa y la política de Estados Unidos. Siempre me pareció extraño que los medios no hubieran puesto la lupa en la llamada “cuarta transformación”. Pero eso ya cambió. Zacharia se refirió a López Obrador en términos durísimos. Lo llamó “autoritario y aspirante a dictador”. Analizó el impacto negativo que tendrá para Estados Unidos la desaparición de la democracia en México, habló sobre los conflictos comerciales que se avecinan en el sector energético y con el maíz transgénico. Y Zacharia no fue el único.

El tema de México apareció en prácticamente todos los programas dominicales de análisis, y le llovió al Presidente. Hubo un legislador que lo llamó “el Trump mexicano”. Y es que López Obrador ha logrado lo que nadie en Estados Unidos: unificar criterios en las cámaras legislativas, donde tanto republicanos como demócratas lo critican porque no piensan que México esté haciendo lo suficiente para detener el tráfico de fentanilo, ni tampoco para controlar nuestro lado de la frontera. Hace unos días, apenas, una turba de más de 200 personas, en su mayoría venezolanos, trató de cruzar el puente fronterizo en El Paso, y lo hizo con violencia. Los republicanos radicales se desgarraron las vestiduras clamando que eso fue una verdadera invasión, y que había que usar a las tropas.

Y esto de la amenaza de una intervención armada es lo que vuelve loco al presidente de México. Sin importar que las voces más sensatas del gobierno de Estados Unidos, entre ellas la de la Casa Blanca, llamaron “una locura” siquiera pensar en el uso del Ejército, la furia de AMLO provocó una más de sus reacciones atrabancadas, cuyas consecuencias son impredecibles.

El presidente López Obrador, en medio de su indignación, anunció en su mañanera que iniciaría una campaña para que los mexicanos residentes en Estados Unidos voten en contra de los republicanos en las próximas elecciones. Aquí sí se le olvidó la soberanía de Estados Unidos. Nada tiene que hacer un país haciendo campañas políticas en otro. Es la peor forma de injerencia, y Estados Unidos no lo va a tolerar.

El encargado de poner en marcha este bizarro plan fue el canciller Marcelo Ebrard. Ebrard citó en Washington a todo el personal diplomático mexicano en Estados Unidos, incluidos los cónsules. Les dio instrucciones de realizar reuniones con diversos grupos de mexicanos y, de ser posible, cabildear con sus contactos políticos en Estados Unidos para expresar la posición mexicana. En un arranque francamente telenovelesco, el canciller Ebrard, envuelto en la bandera nacional (sarcasmo, no literal), tuiteó: “Intervención, sobre mi cadáver”. Algún tuitero le llamó “el nuevo Juan Escutia”.

Así no se hace la diplomacia. La diplomacia es negociación, intercambio, expresión de posturas de manera civilizada para llegar a acuerdos. No es con amenazas huecas e inoperantes como México podrá sostener una relación estable con Estados Unidos. Es con el cumplimiento de compromisos de cooperación, de los que, hoy por hoy, Washington tiene muchas dudas.

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