Lo que ya estaba largamente anunciado, se convirtió en realidad el martes: el presidente de Estados Unidos declaró oficialmente su candidatura para buscar la reelección en noviembre de 2024. En lo personal, para Biden, debe haberle costado trabajo.
Biden ya tiene 80 años. Terminaría su segundo mandato a los 85. Pero más allá de los años que tenga, aparenta una fragilidad física preocupante. La edad es la debilidad más fuerte en su candidatura. Sí, es cierto, lo probable es que enfrente de nuevo a Donald Trump, quien aparece como favorito para vencer a sus posibles retadores en una precampaña, y ganar así la candidatura republicana, pero de ahí a ganar una elección general, hay un mundo de diferencia.
Pero volviendo a Biden, el mensaje que envió en su discurso de declaración fue muy bueno. Dijo que a cada generación de estadounidenses le toca defender la democracia, y para esta generación, llegó el momento. “Tenemos que acabar con el odio y la división entre nuestros ciudadanos, y unir esfuerzos para preservar lo más valioso que tenemos, que es nuestra libertad”, sentenció. “El trabajo ya comenzó, pero necesito cuatro años más para terminar la tarea”, concluyó el presidente.
Su rival, Trump, tampoco es un jovencito. Tiene 76 años, y terminaría su mandato a los 82. Aunque físicamente se ve más fuerte (juega golf casi todos los días, y todavía le pega a la pelota con autoridad), su estilo de vida, su dieta y su sobrepeso tampoco son garantía. En una reciente encuesta levantada por NBC, resultó que más de la mitad tanto de republicanos como demócratas prefiere otros candidatos. La mayoría argumenta la edad como principal factor.
¿Qué tanto influyó en la decisión de Biden el hecho de que Trump ya tenga más de 20 puntos de ventaja sobre Ron DeSantis, el gobernador de Florida y posible rival de Trump en la primaria republicana? Creo que mucho. Finalmente, Biden ya ha derrotado a Trump por paliza dos veces, una en 2020, y otra en las intermedias de 2022. No hay nada en el horizonte que haga pensar que eso pueda cambiar.
Mientras los republicanos continúen con su necedad de llevar al país a una extrema derecha que es inmensamente impopular entre la población, están condenados a perder. Se desgarran los unos a los otros para ganar sus primarias. En las primarias, las votaciones son pequeñas, y acuden sólo los activistas de los partidos. Entre ellos, es donde es más fuerte la radicalización trumpiana, y sus candidatos suelen ganar. Pero a la hora de enfrentar una elección presidencial, donde la cantidad de votantes es mucho mayor, no tienen elementos para convencer no sólo a los demócratas e independientes, sino también a los propios republicanos moderados. Por eso pierden.
Llevado este argumento a nivel presidencial, Trump perdió el voto popular primero, contra Hillary Clinton, después contra Joe Biden, ya por un margen que debe considerarse escandaloso, y no se ve cómo pueda revertirlo.
Los tres grandes temas de la elección serán el aborto, el control de la venta de armas y la defensa de la frontera. En los dos primeros, los márgenes de apoyo de la población en general, incluyendo republicanos, es enorme.
Aprovechando la reciente y descabellada decisión de la Suprema Corte de invalidar la ley Roe v. Wade, que estuvo en vigor más de 50 años, las posturas de las legislaturas estatales poco a poco se van inclinando hacia devolver a los estados la capacidad de legislar sobre el aborto. Y mientras tanto, ya la prohibición del aborto avanza en todos los estados controlados por republicanos. Con eso, pierden una masiva cantidad del voto femenil. El control de la venta de armas recibe más apoyo con cada balacera, y hay más de una diaria. Es el único país del mundo que padece este problema. Y la migración, que es un tema que no ha prendido del todo, y que puede detonar en cualquier momento, pero que no sería suficiente para neutralizar a los otros dos.
Total, que lo probable es que veamos una repetición de lo que pasó hace cuatro años. Con el mismo resultado.