Juan Antonio Garcia Villa

Es flor de nochebuena, no poinsettia

Durante la Colonia, los mexicanos comenzaron a usar en diciembre las hojas de esa planta, que es cuando se ponen rojizas dando la impresión de que florecen.

Por los días en que nos encontramos, resulta oportuno recordar que hace casi dos siglos México dio al mundo un bello regalo que perdura hasta la fecha. Se trata de la hermosa Flor de Nochebuena, originaria de nuestro país, que los aztecas llamaban Cueltaxóchitl. Esta flor, en realidad una inflorescencia, es hoy universalmente conocida. También mundialmente se le identifica como parte de la decoración imprescindible de la que sin duda es la más bella época del año: la temporada navideña.

Ocurre que por estas fechas es cuando las hojas de esa planta, hermosas de suyo y por la disposición que tienen en forma de estrella, adquieren —aunque sólo las hojas que están más próximas a la que en realidad es la flor— el característico rojo encendido que tan grato resulta a la vista, razón por la cual los primitivos pobladores del Valle de México las utilizaban para ornato.

Durante la Colonia, los mexicanos comenzaron a usar en diciembre las hojas de esa planta, que es cuando se ponen rojizas dando la impresión de que florecen, para engalanar sus nacimientos, adornar templos y formar decorativas guirnaldas. Desde entonces quedó ligada para siempre a la Navidad.

El día 25 de diciembre de 1825 el primer embajador de Estados Unidos en México, Joel Roberts Poinsett, por cierto de triste memoria para nuestro país, conoció la flor de la nochebuena. Fue en la visita que hizo en esa ocasión a la iglesia de Santa Prisca, en Taxco, donde los padres franciscanos solían adornar el nacimiento que ahí instalaban con flor de nochebuena. Apenas vio esta flor el diplomático y le pareció hermosa, elegante y exótica.

Tan grande fue el encanto que la Cuetlaxóchitl ejerció sobre el embajador Poinsett, que hizo un embarque de plantas de nochebuena a sus amigos de Charleston, en Carolina del Sur, de donde era originario. Fue allí donde se inició su cultivo en Estados Unidos. De ese lugar pasó a Europa y Sudamérica y por haberla llevado Poinsett, es que esta bella flor se conoce en varios países como poinsettia, lo que en verdad es lamentable.

Esta hermosa flor de México no debió llevar jamás el nombre de este extranjero intrigante, quien jugó un papel muy negativo en la naciente vida independiente de nuestro país. Tan fue así, que un diario de la época, “El Sol”, comentó que Poinsett, según refiere su biógrafo el historiador José Fuentes Mares, se marchó de nuestras tierras “acompañado de millones de maldiciones”.

Por fortuna, no en todas partes esa bella flor lleva su nombre. Desde luego en México nadie la llama poinsettia sino Flor de Nochebuena. Aunque en algunas zonas del país también tiene un nombre regional. Así, en Chiapas se le conoce como “Sijoyo” y en Durango como “Catalina”; en Guerrero, Michoacán, Veracruz e Hidalgo es “Flor de Pascua” y en Oaxaca es “Flor de Santa Catalina”.

Más allá de nuestras fronteras la Flor de Nochebuena es conocida como “Hoja Encendida” en Centroamérica; como “Corona de los Andes” en Chile y Perú; como “Bico de Papagayo” en Brasil y simplemente como “Flor de Navidad” en Venezuela. En Irlanda es “Chinese Lullet”. En Argentina, para nuestra sorpresa, es nada menos que la flor nacional y se le conoce con el nombre de “Estrella Federal”, por haber sido el símbolo que en el siglo XIX adoptaron en ese país las fuerzas federalistas en su lucha contra los elementos centralistas.

Cualquiera que sea el nombre con el que se le conozca, se trata de un permanente regalo navideño de México al mundo.

El pasado 12 de diciembre se cumplieron dos siglos del inicio de las relaciones diplomáticas de nuestro país con los Estados Unidos. Este acontecimiento histórico esta asociado al nefasto Joel Poinsett, su primer embajador. Es una desgracia que nuestra Flor de Nochebuena sea conocida en algunas partes del mundo como poinsettia, ¿pero qué podemos hacer?

¡Feliz Navidad!

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