Concluido como mejor se pudo el proceso para designar al responsable de construir el Frente Amplio por México, el nombramiento recayó en la senadora Xóchitl Gálvez. Muy pronto tuvo ella la oportunidad de dirigir un importante mensaje, en el que expuso con claridad, sencillez y frescura cómo ve la situación del país y qué propone a los mexicanos para hacerle frente al futuro.
Para exponer Gálvez su visión acerca del estado que guardan las cosas, no pudo haber encontrado mejor ocasión. Ésta se presentó en la apertura del nuevo periodo de sesiones ordinarias del Congreso. El periodo que de acuerdo a la Constitución inicia el 1 de septiembre, día en el cual el Ejecutivo ha de enviar a diputados y senadores su informe anual de labores, para dar cuenta sobre “el estado general que guarda la administración pública”. Ocasión ésta, por cierto, en la que de acuerdo a lo establecido en la ley del Congreso, cada grupo parlamentario tiene el derecho a exponer su posición.
Por el bloque opositor lo hizo precisamente la senadora Gálvez. Su intervención provocó la salida del recinto del oficialismo. Es increíble el grado de intolerancia de los legisladores de Morena y sus aliados, que hayan optado por hacerle el vacío, y marcharse a escuchar escondidos lo que la oposición tiene que decir.
Además de intolerante, es una pobre actitud antidemocrática la de esos legisladores, contraria al espíritu parlamentario. Explica además su conducta lacayuna, de no modificar ni una sola coma a las iniciativas del presidente, cuando éste así se los ordena. ¿Qué puede esperar México de diputados y senadores así de pequeños y mezquinos?
A propósito del Informe presidencial, mucho debió molestar a los legisladores morenistas, por ahí agazapados, oírle decir a la senadora Gálvez que “el estado que guarda la administración es trágico y deplorable”. Porque, les dijo, “los datos no mienten, no hay otros datos, el gobierno de Morena fracasó”.
Y les dijo más: “Tenían todo para hacer realidad la transformación: respaldo popular contundente, mayoría legislativa en ambas cámaras y toda la fuerza política, que tiraron a la basura en su oportunidad”. Por eso, “no hubo transformación, hubo destrucción”.
Abordó a continuación la senadora el que hoy es el más grave problema de México, según así lo ve el 67 por ciento de la población, de acuerdo a encuesta de Reforma. Dijo así: “La mayor preocupación de la gente y el mayor dolor de nuestro país son la violencia y la inseguridad”. “Hay que decir las cosas como son: fracasaron en materia de seguridad”. “Desde que terminó la Revolución, nunca, nunca antes habíamos vivido un periodo tan violento…éste es ya el sexenio más violento de nuestra historia”.
¿Qué hacer? Dijo al respecto que “México necesita una nueva estrategia de seguridad con tres elementos clave: inteligencia, corazón y firmeza…”
“Inteligencia para hacer lo que sabemos que sí funciona” y mencionó al efecto una serie de políticas ya probadas en la materia.
“Corazón, déjenme decirlo con toda claridad: en materia de seguridad, por el bien de todos, primero las víctimas”. No los verdugos y victimarios, para los que se exigen abrazos. Y “firmeza (para) poner orden en México, (lo cual) implica necesariamente empezar por dejar muy claro que le pese a quien le pese, la ley sí es la ley”.
Por eso, “nunca más una Presidencia que en el quinto año de gobierno le siga echando la culpa a los demás. Necesitamos un presidente que asuma su responsabilidad”.
Y “en materia económica —expresó la senadora—, hay que decir (que) las cosas no están bien, a la inmensa mayoría no le alcanza para vivir con dignidad”. Porque “el declive empezó aun antes de la pandemia. Hoy la economía de México es más pequeña que en 2018″. “¡La pobreza no se supera con ‘mañaneras’ llenas de palabras!”
Cuando la senadora concluyó su exposición, los morenistas salieron de su escondite y rasgándose las vestiduras, echándose ceniza en la cabeza le gritaron que su intervención en tribuna había sido ilegal… e inmoral.
Increíble que estos diputados y senadores se hayan atrevido a invocar la ley y la moral, como argumentos contra el adversario. ¿Ellos, escudándose en la ley y en la moral? Su cinismo parece no tener límites.