Juan Antonio Garcia Villa

Las encuestas sobre los primeros 100 días

La magnífica impresión causada por los apoyos sociales recibidos, que en efecto es parte importante de la política clientelar del obradorismo tendrá también sus límites, si no se quiere evitar una catástrofe mayor.

Como se ha vuelto costumbre, al cumplirse los primeros 100 días de gobierno de Claudia Sheinbaum, también se difundieron los resultados de varias encuestas levantadas precisamente con este motivo. Un par de éstas son de dos diarios capitalinos, una de El Financiero y otra de El Universal, en este último caso realizada por Buendía y Márquez.

De entre los que arrojan, el resultado más significativo de estos sondeos es el relativo al grado de aprobación del gobernante, en el caso, de Sheinbaum. Llama la atención, sobre este punto, las cifras prácticamente iguales arrojadas por una y otra encuesta. De acuerdo a la de El Financiero, tal aprobación es del 78 por ciento y de 77 en la de El Universal.

Ciertamente, se trata de un alto grado de aceptación ciudadana el que tiene Sheinbaum, aunque en realidad nada extraordinario. Porque desde que este tipo de mediciones se lleva a cabo, la aprobación de los presidentes de la República suele andar en esos niveles y aún más altos en los primeros meses y años de gobierno.

Vayamos ahora a aspectos más finos de estas encuestas. En la de El Financiero, lo más notable es que no compagina el relativamente alto nivel de aceptación de la presidenta Sheinbaum con la apreciación que los encuestados tienen acerca de su desempeño en tres áreas específicas de gobierno: la lucha contra el crimen organizado, el combate a la corrupción y acerca de los resultados en materia de seguridad pública.

Por cuanto hace al combate al crimen organizado, el 64 por ciento de la población considera que va muy mal o simplemente mal, es decir, dos de cada tres mexicanos tienen una percepción negativa de la gestión de Sheinbaum en esta materia. En lo que se refiere al combate a la corrupción, bandera insignia de este gobierno y el anterior, el 55 por ciento cree que está mal o muy mal y solo el 30 por ciento opina lo contrario. Y en lo que toca a la gestión de la seguridad pública, las percepciones están empatadas: el 42 por ciento piensa que está mal o muy mal y una proporción exactamente igual, es decir, el 42 por ciento (35% en la encuesta de El Universal) considera que va bien o muy bien. Empate, pues.

En contraste, lo que sin duda debió haber influido de manera determinante en el relativamente alto grado de aprobación, se encuentra la buena opinión que los encuestados tienen acerca del buen o muy buen manejo de la economía, que es el 66 por ciento (70% según la encuesta de El Universal) y también sobre el otorgamiento de apoyos sociales a la población, que asimismo los consideran bien o muy bien el 79 por ciento. En la encuesta de El Universal, el 67% de los entrevistados conoce y tiene muy presente el detalle de este tipo de programas.

Por lo que hace a la opinión manifestada por los encuestados sobre la buena o muy buena conducción de la economía, se trata sin duda de una visión distorsionada de la realidad que tarde o temprano cobrará su verdadera dimensión. Porque en modo alguno se puede considerar que la economía haya tenido excelente gestión si el producto nacional creció en menos de 1 por ciento anual durante los últimos seis años, incremento inferior al registrado por la población. De continuar esta tendencia, como parece que así será, tarde o temprano esta percepción cambiará.

Ahora, la magnífica impresión causada por los apoyos sociales recibidos, que en efecto es parte importante de la política clientelar del obradorismo, que ya devoró cuantos recursos, reservas y fondos ha tenido a su alcance, tendrá también sus límites, si no se quiere evitar una catástrofe mayor.

Habrá que seguir con cuidado los resultados que arrojen este tipo de encuestas. La lógica indica que, de seguir las cosas como hasta ahora, a partir de un determinado momento la población tendrá que percibir con claridad que los apoyos que recibe directamente y en numerario, lo cual forma parte del efecto clientelar que el grupo en el poder busca, no “compensan” ya lo que la propia población pierde por los cada vez peores servicios públicos que recibe en los ámbitos de la salud, la educación y la seguridad pública.

¿Tendrá el ciudadano común la suficiente perspicacia para percibir con claridad la verdadera intención de la estrategia clientelista electoral que para administrar estos apoyos sociales aplica el gobierno morenista? He aquí la cuestión.

COLUMNAS ANTERIORES

Necesario vernos en el espejo de otros
Propósito de año nuevo: leer el libro más vendido de la historia

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.