El caso de la violencia en el Estadio Corregidora puede ser un buen ejemplo de un gobierno que funciona con poca retórica, pero con objetivos claros. Acostumbrados como estamos a un gobierno federal en el que todo lo que sucede es culpa de los gobiernos anteriores, del neoliberalismo, de los conservadores, de los fifís, de los españoles, de los austriacos, de los parlamentarios europeos, de los injerencistas, de los egoístas, de los que no aman al prójimo, de los que no son pobres, de los hipócritas que van a misa, de los periodistas, del pasquín inmundo, de los ministros y jueces que son parte del pasado, de los de derecha, de los que estudian en el extranjero, de los que se torcieron a la hora de las definiciones, de los que se dejan manipular por los poderes del dinero, de los colonialistas, de los saqueadores, de los invasores, de los que creen que gobiernan al mundo, más lo que se le ocurra esta semana al Presidente, acostumbrados a oír esto, ver un gobierno que da resultados puntuales ante una tragedia es algo fuera de lo común.
Como si la imagen de México no estuviera por los suelos con los años de violencia, cosa que se ha recrudecido con una política anticrimen inexistente en la que el Presidente no condena a los asesinos, sino a los periodistas y opositores, la gigantesca gresca en el estadio de futbol queretano le dio la vuelta al mundo como una muestra más de nuestro comportamiento salvaje. Las imágenes de lo sucedido en el Corregidora no dejan duda de lo sucedido, la alevosía con que actuaron vándalos disfrazados de aficionados configuró una de las peores catástrofes en nuestros estadios deportivos.
Un gobierno puede estar preparado para determinadas contingencias, pero un suceso que rebasa lo planeado es lo que lo pone a prueba y el caso de Querétaro es un buen ejemplo. Habituados a las buenas noticias, un estado en constante crecimiento, con empleo, sin deuda, manejado responsablemente, en el que la violencia se ha asomado solamente en la frontera con otras entidades y una sociedad satisfecha de su progreso, nadie pensaba que darían de qué hablar a nivel internacional por la conducta vandálica en un partido de futbol. Todo les cayó de pronto. El gobernador Kuri salió a atajar el problema como pudo en términos de opinión pública –y pudo bien–. No le echó la culpa a factores ajenos –lo que es lo de menos en esos momentos–, sino que se comprometió a dar con los que habían participado en los actos de violencia.
Y lo logró. No sólo dio con ellos, sino que lo hizo de manera clara al distribuir fotografías de los detenidos y de quienes estaban en el hospital con imágenes del estadio. Operativos policiacos en múltiples colonias de distintos municipios permitieron una labor eficaz, aunada a la denuncia ciudadana, lograron un resultado ejemplar que se traducirá en castigo para los responsables.
Es lo que espera la ciudadanía de su gobierno: capacidad de respuesta, asumir la responsabilidad y dar cuenta de su trabajo. Lo demás es palabrería hueca, búsqueda de la popularidad, ocio o completo delirio.
Acostumbrados a la ineptitud y a que la culpa es de los demás, los resultados en Querétaro son una anomalía nacional.