En aquellos días todo era confusión y pesadumbre en el valle. La crucifixión del viernes había dejado a muchos pensativos y cabizbajos; otros más, muy satisfechos, hasta se habían quedado con ganas de ver más sangre y latigazos. “Esto no es suficiente, los conservadores no entienden, son muy necios e insistirán en su discurso. Pilatos es muy tibio, se ve que le dan miedo los de la Suprema Corte”. “Cómo es posible que alguien llegue y diga que es el hijo de Dios, como si fuera el hijo legítimo o qué? Ya era momento de ponerles un hasta aquí a estos neoliberales, no puede ser que anden con los falsos profetas y que la ley es la ley. Nada. Crucifixión era lo menos que les tocaba”. Fue entonces que se presentó ante todos Andrés Manuel de Macuspana para tratar de aclarar la situación. Desde lo alto de un muro se dirigió a la población:
-En verdad os digo que yo soy la luz y el camino. Soy el verdadero enviado de Dios a la Tierra; después de mí no vendrá nadie que yo no designe, y si eso no es así, será el fin de los tiempos y no quedará piedra sobre piedra.
-Lo mismo decía al que crucificaron el viernes ¿por qué te vamos a creer a ti? –dijo un joven.
-¡Lapiden a este infiel! –ordenó Andrés Manuel–. ¿Cómo te atreves a desafiar la palabra divina, grandísimo estúpido? ¿Cómo te atreves a comparar siquiera mi liderazgo con el de los falsos profetas? Lo del viernes fue un sacrifico fake. Ni eso se les puede creer a los neoliberales. Seguro ahora andan en la Hispania explotando a la gente junto con los de Iberdrola.
-¿No que ya le íbamos a tener que pedir trabajo a los de Iberdrola? Creímos que iban a ser crucificados el viernes, pero resulta que interviniste ante Pilatos para que te quedaras con su palacio por unos miles de sestercios.
-¡No confundas! ¡No somos iguales! Fue una manera de darle al pueblo lo que es del pueblo, al César lo que es del César y a Iberdrola lo que es de todos. O algo así iba la cosa. Además, Dimas y Gestas robaban más.
-Sí, pero se supone que los de Hispania no nos quieren quitar el yugo y quieren que les paguemos tributo.
-Eso ya no más. Yo ya les di dinero del tesoro. Se acabó, ahora nada más me tributan a mí.
-La verdad es que no han salido muy bien las cosas cuando te hacemos caso. Prometiste que ibas a multiplicar los panes y los peces por más de cinco veces de lo que hizo el crucificado del viernes, pero al revés, cada vez tenemos menos y ahí sigue Herodes Bartlett con todas sus propiedades, y hasta Judas que te dijimos que era malo lo pusiste en Segalmex y no dejó ni las treinta monedas.
-¿Te mandó Maru? Iscariote es mi amigo y es muy buena gente, lo engañaron los romanos que son muy malos. Pero bueno, se acabó. De hoy en adelante yo personalmente voy a dirigir las crucifixiones. Nada de medias tintas. Cruces de acero y coronas de clavos. Nada de tibiezas.
Los seguidores de Andrés Manuel de Macuspana se pusieron felices. Tomaron al joven infiel que lo había increpado y procedieron a su lapidación. La multitud se dividía, pero el profeta lanzó un último mensaje antes de irse a su cueva:
-En verdad os digo que antes entra un rico a Morena que un neoliberal en el reino de los cielos. Y recuerden, no más Jesús, eso fue propaganda de los medios, nadie ha sido perseguido como yo, a nadie han crucificado como a mí, nadie se ha muerto como yo y sigue vivo, nadie ha sido flagelado como yo; o sea, es de que yo soy la víctima, el que dará la vida por ustedes, no hagan caso de otras voces. ¡Esta es la palabra de Dios!