Autonomía Relativa

¿Qué hacer con las mañaneras?

Proponer que desaparezcan las mañaneras es una muestra de que la estupidez se pega. Creer que el apoyo que tiene López Obrador es producto de éstas es un error.

Las mañaneras son no solamente la herramienta de comunicación de este gobierno, también son una descripción puntual y transparente de lo que es este gobierno y de quien lo conduce. Es, digámoslo de esta manera, la forma, posiblemente involuntaria, que escogió Andrés Manuel López Obrador de trascender, de ser revisado y de dejar su testimonio.

A muchos no nos gustan. Nos parece que lo que sucede en esas mezclas de comparecencia con show y cantabar es no solamente decadente, sino también autoritario, antidemocrático y agresivo, pero es la forma que escogió el Presidente de comunicarse con sus votantes y sus malquerientes.

Por supuesto se trata de un ejercicio inédito en nuestro país y en la institución presidencial. Los anteriores presidentes daban, muy de vez en cuando, alguna conferencia de prensa –no creo que pasaran de cinco al año–, difundían sus discursos y daban un par de entrevistas al año. Ahora tenemos un merolico que no deja de hablar de lunes a viernes. Pasamos del silencio y de lo eventual, a la verborrea como política gubernamental.

En los últimos días apareció en redes y comentarios la necesidad de suspender las mañaneras presidenciales. Por supuesto, esta propuesta es un reflejo de las mañaneras: todo se pega. Intentar cancelar los ejercicios de comunicación del Presidente –nos parezcan buenos o malos– es un despropósito, una estupidez digna de una mañanera. Al parecer, la defensora de esta ocurrencia es la señora Denise Dresser, un personaje ávido de reflectores, ridículo y grotesco, que lo mismo se contonea en bailes aberrantes en las redes sociales que pretende silenciar al presidente de la República. Es también una muestra más de la histeria opositora que no lleva a ningún lado más que a darle la razón al Presidente en lo que respecta al nivel de algunos de sus adversarios.

A los que nos gusta la comunicación política, las mañaneras nos parecen un contrasentido, algo que jamás sugeriríamos, pero no puede uno dejar de observar que para AMLO es un éxito, pues logra que su núcleo duro se alimente en esas conferencias y que sus adversarios vean y critiquen y se desgañiten ante el espectáculo cotidiano. Ya Luis Estrada ha consignado la cantidad de mentiras y dislates que ha hecho el Presidente en sus cientos de conferencias, en lo que es no solamente una herramienta útil para la crítica de coyuntura, sino que será, en el futuro, uno de los documentos que contarán la historia de esta pesadilla populista y sus festines matinales. También ha dejado claro que de sus seguidores es un número reducido quien ve esas exposiciones mediáticas. Creer que el apoyo que tiene el Presidente es fruto de sus mañaneras es un error

Claro que el Presidente usa las mañaneras para dividir y hacer rabiar a sus críticos, insultar a sus adversarios, mandar mensajes –según él– al mundo, amenazar a sus gobernados, dar lecciones de moral y de historia, y señalar los culpables del desastre y las traiciones a la patria. Pero todo eso es lo que se conoce como el estilo personal de gobernar. ¿Está padre? No, no está padre, pero era previsible. Ya el señor había estrenado sus mañaneras cuando estuvo en el Gobierno del DF hace más de veinte años y usaba “su dedito” para evitar contestar preguntas de la prensa. Aun así, personas como Dresser votaron por él en 2006, 2012 y 2018, tal y como lo manifestó ella hace poco tiempo. Ahora le quiere quitar su mañanera. Deberá buscar otras formas de expiar su culpa pública.

Por lo demás hay que mencionar que es en las mañaneras donde queda plasmada la inmoralidad, la ineptitud, los dislates y despropósitos de este gobierno, ¿para qué las quieren quitar? Además, todo indica que es lo único que sabe hacer el Presidente. Déjenle sus mañaneras.

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