En aquellos días, el apóstol Martí bajó del cerro anunciando a su rebaño que había tenido una iluminación, una revelación.
-¡Estuve en el centro de la Luz del Mundo, la conocí! –dijo en voz alta para ser escuchado por las huestes morenistas (que siempre han sido tratadas como rebaño).
-Eso ya lo sabemos –gritó uno–. ¿Fuiste a Jalisco o a la cárcel de California a ver al líder de la secta, al violador?
-¿Cuál líder de cuál secta? ¿Cuál violador? –preguntó irritado Martí–. No hagan caso de los medios conservadores. Estuve en Palacio, que es de donde irradia la luz.
-Ah, eso sí es distinto, porque luego sí te juntas con gente cuestionable –contestó otro.
-No es momento de hablar de Mario Delgado –señaló el jefe de Gobierno.
-Vamos a perder las elecciones. Hay un tipo de otra religión, el tal Taboada, trae creencias bien raras y promete el reino de los cielos y que puede haber un buen gobierno y que las cosas funcionen.
-Es cierto –apuntó otro–. Y dice que puede haber trabajo y oportunidades. Yo le dije que llevo 30 años aquí y que nunca ha pasado nada de eso, que no le íbamos a creer.
-Muy bien, no le hagan caso a ese falso profeta. Es de los conservadores, los fariseos.
-Es de que necesitamos un milagro, Martí. Usa tus poderes, tú conoces al todopoderoso. Pero es que nos manda a Clara con su campaña embrugada y nomás puras malas noticias; nadie le cree que la mandó el altísimo. Nos van a crucificar, me cae.
-Sé que las cosas no han ido bien por culpa de ese falso mesías que no es más que güerito, de piel blanca, cuarentón y heterosexual.
-¿Y eso qué tiene? –gritó alguien desde el rebaño–. La tía Tatis es más desagradable –provocando carcajadas.
-Tranquilos, por favor. Escuchen, ¿se acuerdan del milagro que hice hace algunos años?
-¡Claro! Convertiste la leche en caca. O sea, los niños tomaban caca en lugar de leche, aunque parecía leche. Fue genial.
-¿Verdad que sí? –preguntó satisfecho Martí.
-Fue un poco mala onda con los niños, pero era necesario que los conservadores también tomaran caca, no solamente nosotros –respondió uno.
-Bien, pues ahora se me ocurrió otra cosa.
-Alabado sea el Señor –gritaron varios.
-La idea es convertir el agua en gasolina.
-Entonces, ¿sería más barata la gasolina?
-No sean idiotas. Le ponemos gasolina o algún aditivo, Bardahl o algo así al agua para envenenar a los que piensan votar por Taboada. Creerán que es agua, pero se estarán echando unos tragos de huachicol; se bañarán con aceite para coches ja, ja, ja. Y todos creerán que eso pasa en la comarca de Taboada, ¿no les parece una gran estrategia?
-Pero es peligroso, ¿no? Se puede morir gente.
-Naaaa, mírenme a mí, yo sigo desayunando leche con caca y no me ha pasado nada; en la tarde me aviento unos tragos de Top Oil con Magna y ginebra y no me ha hecho daño.
-Yo no estaría tan seguro de eso –comentó alguien.
Total, que el apóstol Martí Batres decidió convertir el agua en gasolina para espantar a los votantes de la oposición. Otra gran idea transformadora. Sin embargo, los vecinos se dieron cuenta del falso milagro y denunciaron al apóstol de la luz del mundo. La historia continuará.