Internacionalista de la Universidad Iberoamericana

Asesinato de Manuel Buendía

Un homenaje a los periodistas libres que con vocación contribuyen a que en el presente no haya olvido del pasado ni miedo al futuro compartido de un todos.

Muchos pasan por la banqueta muy cerca de la esquina más cara de la CDMX: Insurgentes y Reforma, sin saber qué pasó. Ese espacio se cubrió de sangre un 30 de mayo de 1984 con el crimen contra Manuel Buendía, uno de los periodistas más reconocidos del siglo XX mexicano. Educado en el conservadurismo emigró al ejercicio del periodismo. Su columna ya no está, pero el nudo que asfixia al país está sofocando los futuros nacionales: la narcopolítica, los grupos de ultraderecha y los cacicazgos. ¿Quién se atreve a hacer política con esos verdugos? Sólo las letras y las mejores causas trascienden a los que con oficio y valentía dan y dieron cuenta de dignidad. El asesinato de Buendía seguirá siendo sombra nacional, tenebra por arriba de personajes señalados. El periodista que inició escribiendo para una revista de Acción Nacional para después desplegar su vocación en en La Prensa y después en el entonces mítico Excélsior, sólo tenía su gabardina y no tuvo la suerte de ir a bordo de una camioneta blindada. Como él muchos periodistas son cruel ejemplo de que México tiene el deshonor de ser el país que sin estar en guerra formal, es el más letal para el periodismo. Un expresidente me compartió la advertencia de su abuela para que no fuera ni piloto aviador ni torero, los oficios más peligrosos del mundo, le decía aterrada. Se dedicó a uno más peligroso aún, que esas dos carreras: a la política. A ese trapecio sin red se suma hoy el ejercicio del periodismo libre, el mejor oficio del mundo como insistió Gabriel García Márquez.

Escribir empodera, le dijo el reconocido Carlos Payan, fundador de La Jornada, a un amigo mío y de Manuel Buendía. Un homenaje a los periodistas libres que con vocación contribuyen a que en el presente no haya olvido del pasado ni miedo al futuro compartido de un todos.

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