Debido a la larga e intensa lucha de las mujeres por la conquista de nuestros derechos, no queda duda que en México hemos avanzado en términos de igualdad de género. Hoy tenemos la paridad como un principio constitucional, nueve gobernadoras, una ministra presidenta de la SCJN y, en abril próximo, una mujer ocupará –por primera vez en la historia– la presidencia del Consejo General del INE. Sin embargo, aún queda mucho trabajo por hacer para eliminar brechas. A pesar de los avances, necesitamos fomentar y fortalecer la sororidad, en su sentido más elemental, que se refiere a la hermandad entre nosotras y que, en el contexto actual, representa una oportunidad para mejorar nuestras condiciones de vida.
Según datos del INEGI, a nivel nacional, 70.1 por ciento de las mujeres de 15 años y más ha experimentado al menos un incidente de violencia (psicológica, emocional, económica, física, sexual) o discriminación. Los feminicidios, el acoso, la desigualdad salarial, las labores del hogar, el trato diferenciado en el sistema penal y en el acceso a la justicia, son algunos de los rostros más visibles de la violencia de género que limitan el pleno desarrollo de las mujeres.
Independientemente de que las instituciones del Estado deban implementar acciones urgentes para combatir las distintas violencias, las mujeres debemos trabajar juntas y formar alianzas, porque lo que le pasa a una, le pasa a todas. El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, tiene como objetivo recordarnos que no estamos solas ante los problemas que enfrentamos. En actividades profesionales, académicas, educativas y sociales, y sobre todo en situaciones difíciles que pongan en riesgo nuestras libertades, la sororidad debe estar presente para apoyarnos mutuamente.
Debemos reconocer que algunas mujeres ocupamos posiciones de privilegio y que podemos (y yo diría, debemos) utilizar estos espacios para apoyar a otras mujeres. En este sentido, si algo he buscado a lo largo de mi carrera en el servicio público es impulsar a otras mujeres igual de capaces para que ocupen puestos de alta dirección. De hecho, hace 30 años, en Zacatecas, apoyar la organización de un grupo de mujeres trabajadoras del sector de la limpieza para exigir un mejor salario y condiciones laborales me costó el puesto cuando iniciaba mi trayectoria. Fue un revés, pero también una revelación: la lucha por la igualdad de género estaría presente en mi carrera.
Ahora en la esfera nacional como comisionada del INAI busco impulsar, en las áreas que coordino –donde en algunas tareas coincido con mis compañeros y compañeras de Pleno–, grandes proyectos institucionales para que los derechos de acceso a la información y de protección de datos personales se garanticen de igual manera para todos: el Protocolo de Referencia para Incorporar la Perspectiva de Género, el Observatorio de Resoluciones en Materia de Acceso a la Información Pública con Perspectiva de Género, y el próximo lanzamiento del buscador de género en la Plataforma Nacional de Transparencia, tienen la intención de fomentar el empoderamiento femenino.
Por ejemplo, el buscador de género en la PNT, cuya operación iniciará este 2023, busca que la información pública de los ocho mil 240 sujetos obligados que existen en el país esté desagregada por género para, por un lado, comprender a profundidad las diferencias y desigualdades y, por otro, que las mujeres y niñas mexicanas cuenten con datos claros para exigir mejores oportunidades y condiciones.
Si queremos mejorar la calidad de nuestra democracia y consolidar el Estado de derecho, la igualdad de género debe estar presente en la agenda de las instituciones y en la mente de las personas que forman parte de ellas. Las mujeres somos aliadas en la lucha por los derechos y que ponernos el pie entre nosotras es ir en contra de lo que hemos ganado hasta ahora. Ser sororas es considerarnos en todo momento como aliadas, nunca como competidoras.
La autora es comisionada del INAI.