Hace un par de semanas visité la ciudad de México –una de mis ciudades favoritas en el mundo–. Es un lugar extraordinario, no sólo por su comida, museos y cultura, sino también por los increíbles cambios económicos que están teniendo lugar en México actualmente, tanto en la capital como en el resto del país.
Cada vez que voy, pienso la misma cosa: si yo estuviera comenzando mi carrera profesional, especialmente si viviera en una nación en donde no pudiera explorar mi potencial, probaría suerte en México. ¿Por qué? Porque México finalmente está empezando a desarrollar su verdadera capacidad como potencia económica.
En el corazón de este potencial se encuentra un conjunto de reformas. Estas iniciativas incluyen cambios significativos para reducir el número de negocios en la economía informal, bajar los costos de los créditos y modernizar al sector financiero, educar y entrenar a la fuerza laboral joven de México, y reducir la corrupción. Tal vez la iniciativa más importante, y la prioridad del presidente Enrique Peña Nieto, ha sido la reforma al sector energético.
Durante décadas, el sector energético mexicano ha sido un monopolio nacional. Las políticas que ahora se abren camino en el Congreso acabarán con el monopolio y abrirán el sector a la inversión extranjera. Es difícil exagerar la importancia de esta reforma. México tiene enormes reservas energéticas, pero no ha tenido la habilidad para verdaderamente capitalizarlas. Lo importante es recordar que, a pesar de todos los problemas de México, es una democracia que funciona, y el capital de inversión en energía fluirá hacia otros sectores de la economía mucho más efectivamente de lo que lo haría en un estado con autocracia petrolera.
Lo que distingue a México de otras economías emergentes es que tiene la combinación de algunos factores clave para el éxito: un conjunto diverso de recursos e industrias, su proximidad con la economía más grande del mundo, una divisa relativamente estable y
–fundamentalmente– un gobierno proactivo y democrático.
Para ser claro, sigo siendo optimista en torno a Estados Unidos, y las cifras de empleo en mayo son una prueba más de que la economía estadounidense va por el camino correcto. Sin embargo, podríamos aprender un par de cosas de nuestros vecinos –particularmente de la voluntad del gobierno mexicano de tomar medidas audaces para fomentar el crecimiento en el largo plazo.
Mi entusiasmo en torno a México tiene reservas –el gobierno todavía debe implementar estas reformas; la caída en el crecimiento del PIB de 2012 a 2013 es un motivo de preocupación y, desde una perspectiva de inversión, México es una apuesta menos segura que algunas economías asiáticas en el mediano plazo.
Pero a final de cuentas esto se reduce al potencial. En las siguientes cinco décadas, el capital va a fluir más efectivamente en México, la fuerza laboral estará mejor capacitada y cada vez será más fácil hacer negocios. Es el ambiente ideal tanto para los emprendedores como para las compañías establecidas.
Entonces, si estás empezando tu carrera profesional, ¿quieres dejar una marca? ¿Quieres ser parte de algo emocionante, dinámico y grande? Ve a México.
El autor es CEO y presidente de BlackRock.
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