Leon Opalin

La apertura del Islam crea oportunidades de negociación con Israel

Israel ha puesto las bases para un tácito entendimiento con varios países árabes moderados, no obstante, enfrenta desafíos de seguridad nacional, especialmente ante la tenacidad del régimen teocrático iraní.

En el marco de la reunión anual de la organización del diálogo interreligioso (kaiciid) en febrero pasado, el rey de Arabia Saudita, Salman Abdulaziz Al Saud, recibió en su palacio real en la ciudad de Riad, la capital, a los ocho miembros de la Junta del Kaiciid, entre ellos, al rabino israelí David Rosen, un personaje destacado en cooperación religiosa. El monarca saudí señaló en la reunión que su país se encuentra en un proceso "de restaurar su cultura a su orientación islámica original", a la nueva realidad que implica una apertura a otras religiones.

Aunque no todos los saudíes aceptan las reformas sociales promovidas por el heredero del trono saudí, Mohamed bin Salman, para la mayoría suponen una bocanada de aire fresco; a raíz de que el rey Salman diera las riendas del poder a su hijo, el "Reino del Desierto está en evolución", Arabia Saudita está llevando a cabo un experimento social sin precedentes. Durante décadas la sociedad saudí ha estado regida de una interpretación puritana e intransigente del islam; la policía de la moral imponía la segregación de sexos y tachaba de pecaminosa la más inocente de las actividades de ocio. Hoy día los saudíes tienen acceso a conciertos y espectáculos de artistas locales e internacionales. Las mujeres ahora pueden tener licencias para manejar lo que ha alentado a muchas de ellas a trabajar; no obstante, no les ha sido fácil desechar sus costumbres y a pesar de que el sayón negro con que se cubren no es obligatorio, la mayoría de las mujeres lo usan.

Por lo pronto los cambios en Arabia Saudita son de alguna forma "cosméticos"; los jóvenes saudíes consideran que los cambios serán reales cuando tengan libertad de expresión, se respeten los derechos humanos y las autoridades rindan cuentas de sus decisiones.

En este contexto, Arabia Saudita ha dado un paso importante en su relación oculta con Israel para enfrentar el expansionismo de Irán que busca consolidar una hegemonía en el Medio Oriente y el programa nuclear que desarrolla con fines militares. Oficialmente Israel y Arabia Saudita no tienen relaciones; sin embargo, ambos países han dado pasos el uno hacia el otro desde el 2002, año que el rey saudita lanzó una iniciativa para resolver el conflicto entre Israel y los palestinos. En 2015, representantes de ambos países se reunieron repetidamente para mantener conversaciones sobre la amenaza nuclear de Irán; entre otros aspectos, existe un aparente acuerdo para que la Fuerza Aérea de Israel utilice el espacio aéreo saudí en caso de un ataque contra Irán.

El plan de paz del presidente de EUA, Donald Trump, ha sido apreciado en la península Arábiga, en comunicados de Arabia Saudí, Emiratos Árabes (conjunto de estados situados en la Península Arábiga en el Golfo Pérsico capital de los Emiratos) e incluso Catar; Riad y Abu Dhabi han enviado un claro mensaje a los palestinos de que este es el único juego que hay sobre la mesa; la aceptación del Plan no puede funcionar de manera unilateral, representa un punto de partida para el regreso a las negociaciones dentro de un marco internacional liderado por EUA. Asimismo, el Plan rechaza una solución militar, mensaje que no solo se dirige a Israel, también a los palestinos. El Rey Salman ha llamado al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, "para tranquilizarle sobre el compromiso de Arabia Saudí con la causa palestina". Arabia Saudita tiene interés político y económico en que se cierre el conflicto Israel-palestino, en virtud de que en el futuro vislumbra una alianza militar y comercial con Israel; Irán a menudo ha puesto a los sauditas en la misma trinchera diplomática que Israel.

La presencia de los embajadores de Emiratos Árabes, Omàn y Bahrein en el Acuerdo de Paz oficializa un cambio de actitud. Existe una fatiga en el problema palestino que, cada vez más, se percibe como una carga económica y política. Entre las elites del Golfo, muchos respaldan una postura más pragmática entre sus gobernantes. En general la opinión pública saudí está abierta a una aproximación entre Arabia Saudita e Israel, existe conciencia de que Israel no es realmente una amenaza para su seguridad nacional; incluso Israel ante la amenaza que representa Irán está dispuesto a intercambiar información de sus servicios secretos con Arabia Saudita y con países árabes moderados.

El mundo árabe ha apoyado desde décadas a los palestinos y la propaganda antiisraelí está omnipresente en los mismos. Sin embargo, el acercamiento entre Arabia Saudita e Israel podría modificar el mapa geopolítico de la región. El tradicional enfrentamiento entre Israel y los países árabes parece pasar a un segundo plano. El primer plano se halla ahora en la lucha entre suníes y chiíes; los primeros apoyados por Arabia Saudita, como potencia de primera línea, y los segundos por Irán. El aumento de las tensiones entre ambas corrientes musulmanas se ha ido escalando e Israel es aparentemente el beneficiado.

En este entorno Bahrein siguiendo a Arabia Saudita ha mejorado su posición con respecto a Israel. En junio del 2019 el ministro de Relaciones Exteriores de Bahrein dijo al periódico Times of Israel que aunque no existen relaciones oficiales con Israel, reconoce que este último tiene derecho a existir. Israel es un país en la región… y está allí para quedarse. Bahrein quiere la paz con Israel. Un año antes, ya había condenado un boicot a Israel por la Liga Árabe.

Por otra parte, los contactos entre Qatar e Israel también han mejorado. No existen relaciones oficiales entre ambos países, empero, han estado trabajando de la mano durante un tiempo, especialmente con el propósito de entregar ayuda a la Franja de Gaza. En Jerusalén hay conciencia de que la precaria situación social existente en la misma está radicalizando a los palestinos. Desde que el movimiento terrorista de Hamas asumió el poder en la Franja de Gaza en 2007, Catar ha sido el donante extranjero más importante para los gazatíes, hasta ahora le ha canalizado más de 1,500 millones de euros. Igualmente el liderazgo de Hamas en el exilio tiene su sede en Doha, Catar.

Catar también puede ejercer influencia política con la Autoridad Palestina en Cisjordania, así es uno de los mediadores más importantes en el Medio Oriente para Israel junto con Egipto.

Es de destacar que Egipto desempeñó un papel pionero en el acercamiento en las relaciones árabes israelíes. El 20 de noviembre de 1977, el entonces presidente de Egipto habló en el Parlamento israelí, hecho que abrió un proceso político que, bajo la mediación del presidente de EUA, Jimmy Carter, dio como resultado el tratado de paz egipcio-israelí en marzo de 1979. En el presente el presidente egipcio, Al-sisi, está tratando de mediar en el conflicto israelí-palestino, ambos países comparten un interés de detener las acciones terroristas de Hamas y la Yihad islámica palestina, y enfrentar la hegemonía de Irán.

Con Jordania también ha tenido una política funcional, firmó un acuerdo de paz en octubre de 1994, al igual que con Egipto, Israel tiene relaciones diplomáticas con Jordania. No obstante, los países no han logrado un verdadero acercamiento, porque una quinta parte de su población son refugiados palestinos que se oponen firmemente a las relaciones entre ambos países.

Las relaciones de Israel con los países del Magreb, norte de África, se basan en los numerosos judíos que huyeron a Israel después de la fundación del Estado y aún tienen un vínculo emocional intenso en los lugares donde vivieron. En 1994, Marruecos, Mauritania y Túnez establecieron relaciones diplomáticas con Israel. Las relaciones de Israel con Túnez se han vuelto difíciles. El nuevo presidente, Kais Sared, elegido en octubre de 2019, considera que cualquier forma de relación con Israel es "traición".

Es una realidad que mientras languidece el interés internacional por el conflicto palestino–israelí, incluyendo a varios países musulmanes, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, ha realizado una calculada estrategia política de estrechar lazos con países de mayoría islámica, en este sentido, restableció lazos con Chad que tiene frontera con Libia y Sudán.

Israel ha puesto las bases para un tácito entendimiento con varios países árabes moderados, no obstante, enfrenta desafíos de seguridad nacional, especialmente ante la tenacidad del régimen teocrático iraní tanto en lo que se refiere a su capacidad nuclear como a sus esfuerzos por aumentar su presencia en Siria y otras zonas para operar contra Israel. La amenaza a la seguridad nacional ocurre mientras Israel se encuentra en medio de una crisis política constante que ha paralizado a su gobierno durante más de un año.

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