Espero que se encuentren bien, estimados lectores. En esta ocasión, me parece prudente hablar del disturbio ocurrido en lo que posiblemente sea la empresa de inteligencia artificial más reconocida del planeta, OpenAI. OpenAI es la empresa detrás del popular motor conversacional conocido como ChatGPT, al cual se le han atribuido características de una inteligencia consciente y con libre albedrío.
El viernes 17 de noviembre, por la noche, se anunció ruidosamente que Sam Altman, el CEO de la empresa, había sido despedido por su propia junta directiva. Entre los miembros de la junta, hay dos figuras extremadamente importantes. Uno es Ilya Sutskever, cofundador de OpenAI y el científico más reconocido de la empresa. Ilya había trabajado activamente con Geoffrey Hinton, uno de los pioneros de la IA, y gracias a él, muchos científicos decidieron trabajar originalmente en OpenAI.
Otro miembro de la junta directiva es Helen Toner, quien muchos señalan como la principal responsable de la salida de Altman de OpenAI. Helen había sido muy expresiva sobre la agresiva postura de OpenAI respecto a los productos que estaban desarrollando y había elogiado, en un artículo, a Anthropic (otra empresa de IA, fundada por ex empleados de OpenAI), mencionando que la forma en que desplegaban los modelos era más segura y ética, en términos generales.
Al parecer, esta diferencia de opinión fue lo que causó que Helen intentara un golpe de estado para remover a Sam Altman del poder. Pero, en las sabias palabras de Ralph Emerson, “cuando atacas al rey, asegúrate de eliminarlo”. En menos de 24 horas, Satya Nadella, CEO de Microsoft, quien ha invertido grandes cantidades de dinero en OpenAI, mostró preocupación ante la salida de Sam y pidió una explicación a la junta directiva, quienes en ese momento habían avisado que ya estaban en la búsqueda de un nuevo CEO. Y al mismo tiempo, ofreció a Sam un puesto en Microsoft.
La junta directiva anunció a Emmet Shear, conocido por su liderazgo en la plataforma de transmisión en vivo Twitch, como el nuevo CEO. Conforme avanzaba el fin de semana, sin embargo, la posición de Shear se alineó con Sam, y 700 de los 770 trabajadores de OpenAI amenazaron con renunciar (destruyendo asi la empresa) si Sam no regresaba. Fue entonces, después de unas horas más, que Sam regresó con una nueva junta, sin Ilya (quien aparentemente sigue en OpenAI) ni Helen, quien salió definitivamente de la empresa.
Este drama, uno de los más intensos vividos en la industria tecnológica recientemente, marca un momento pivote en la industria de la IA. En lugar de gente como Helen Toner e Ilya Sutskever, quedan personas que no son expertas en IA, y que tampoco han estado tan involucradas en el desarrollo de políticas de seguridad y ética en IA. Esto seguramente indica un cambio importante en la dirección de la compañía.
Asimismo, es justo considerar que Sam Altman ahora tiene un poder desmedido sobre las decisiones de la empresa y, dado que uno de sus principales enfoques es la rentabilidad, probablemente veremos en el futuro alianzas mucho más estrechas con empresas como Microsoft.
Este último acto en la historia de la IA también ha venido a dañar un poco la imagen de OpenAI, ya que al mostrarse tan frágil, muchos competidores, como Google, seguramente aprovecharán para mostrar cómo su empresa, a diferencia de OpenAI, no desaparecería jamás de un día para otro.
Se avecinan tiempos interesantes en la carrera de la IA, y me mantendré muy alerta sobre la competencia entre Anthropic y OpenAI, que ahora parecen tener rutas muy distintas y filosofías muy distintas sobre el futuro de la inteligencia artificial.