Se va la Canciller alemana después de 16 años como jefa de gobierno. Este mes de septiembre que inicia serán sus semanas finales como líder alemana y en muchos sentidos también, líder europea.
Ángela Merkel, física de profesión, académica y docente, se despide con el índice de popularidad más alto de cualquier gobernante en el mundo. Según The Guardian en Londres, después de una encuesta realizada en cinco países europeos y Estados Unidos, la señora Merkel aparece no sólo con índices todos positivos, sino considerablemente favorables, si los comparamos incluso a los líderes locales.
Sale muy bien evaluada en España (61 puntos) en Francia (49 puntos) en Alemania misma (30 puntos) todos ellos favorables, y en Gran Bretaña, Italia y Estados Unidos con puntajes que oscilan entre 15 y 23 por ciento.
Su sesión de despedida en el Congreso alemán representó una ovación de pie de seis minutos ininterrumpidos por los legisladores, muchos de ellos de oposición a su gobierno y su partido.
Ángela Merkel ha logrado construir un gobierno mesurado, metódico, eficiente, profesional y que ha impulsado la economía local y regional, además de proteger y poner en práctica medidas benéficas al medio ambiente.
Margaret Thatcher gobernó 11 años la Gran Bretaña, en tiempos de crisis y luchas sindicales, y fue retirada cuando el liderazgo de su partido -y sus propios colaboradores- le retiraron su confianza en el Parlamento.
Francois Mitterrand gobernó -bajo el viejo sistema francés de siete años por periodo- 14 años al frente de una Francia que se volcó en sistemas y modelos de protección al empleo, al salario, a los trabajadores y a los agricultores.
Y hay otros casos como los 10 años de Felipe González en España, o los de Tony Blair en la Gran Bretaña. Ninguno se ha retirado del gobierno con índices de aprobación popular con los márgenes favorables de Ángela Merkel.
¿Qué la hace tan especial y tan única? Algunos elementos para el análisis.
No le interesa la aprobación popular. No gobierna guiada por el espejito al que se mira todos los días, y espera las adulaciones del “cuán brillante, inteligente y original es usted” como hizo Trump o como hace como vanidosa soberbia López Obrador.
La señora Merkel le interesa la eficiencia, la conducción de un gobierno que sirva a su país, y que se mida en la mejora de las condiciones de vida, de pensiones, de salarios, de estabilidad económica para el florecimiento de la industria y los empleos.
No le interesan los aplausos ni los retratos, las estatuas o los homenajes. Ha encabezado cuatro gobiernos distintos, algunos con plena mayoría de su partido, otros en delicado balance con aliados, pero siempre concentrada en el presupuesto, la solidez de su política económica, la credibilidad ante el mundo.
El resultado arroja 16 años de continua prosperidad para Alemania. De ejercer un liderazgo discreto pero firme y lleno de convicciones para Europa.
Su posición irrenunciable frente a los excesos y abusos de Putin, ha mantenido a raya a una Rusia expansiva.
Su apertura humanitaria en las crisis de Siria, del norte de Africa o ahora de Afganistán, mediante el otorgamiento de asilo y cuotas de refugiados, le han valido la admiración y el respeto de la Unión completa.
No hace negocios desde el poder, no busca favorecer grupos políticos o ideológicos, no pretende convertirse en tirana centralista que controla al país entero. Impulsa carreras, fomenta inversiones, cuida los equilibrios fiscales, la relación con sus socios europeos, se concentra en lo importante para su país. Dijo recientemente en una entrevista para una televisora local, “yo no me quería quedar tanto tiempo (16 años) pero fue necesario para garantizar estabilidad, crecimiento, productividad”.
Para quienes dicen que gobernar no es tan difícil, no les vendría mal tomar lecciones del equilibrio, la mesura, la ética de gobierno de quien tal vez, pase a la historia, como una de los mejores gobernantes de su tiempo: Ángela ‘la Grande’.