El Globo

El póker de Vladimir

Jugando con los tiempos, Lavrov, el canciller ruso, afirma que el camino del diálogo diplomático no está cerrado del todo.

El presidente ruso Vladimir Putin continúa moviendo el tablero de ajedrez en la frontera con Ucrania, provocando reacciones, esfuerzos diplomáticos, reuniones de alto nivel, tan sólo observando cómo desequilibra al mundo en beneficio de Rusia.

Washington retiró la totalidad de su personal diplomático y consular para cerrar prácticamente su embajada en Kiev el pasado fin de semana. A los ojos del Pentágono, la invasión es inminente; incluso, le pusieron fecha: 16 de febrero.

Después del fallido intento del presidente francés, Emmanuel Macron, la semana pasada en su visita al Kremlin y su encuentro con Putin, resultó evidente que el presidente ruso no pretende ceder ante ninguna presión, amenaza de sanciones o promesa de respuesta por parte de la OTAN, Estados Unidos, Alemania y Gran Bretaña, por ahora.

La certeza estadounidense de una invasión inmediata proviene de imágenes satelitales y de inteligencia en la zona, que indican preparativos cuantiosos por parte de Rusia para iniciar una movilización masiva, múltiple (por distintos flancos) y aplastante en dimensión y fuerza táctica desplegada, para disminuir bajas y efectos colaterales.

Eso indican la información y las imágenes, los barcos rusos en el mar Negro para atacar desde ahí, además de tropas terrestres desde Bielorrusia y Rusia, pero Putin juega su mano de póker con perversa precisión.

El cálculo radica en los daños para su gobierno y su país. Evidentemente las sanciones económicas, el cierre de mercados y la cancelación del nuevo gasoducto hacia Europa tendrán un impacto fuerte en su derruida economía, pero por otro lado podrá resultar útil como instrumento de unidad nacional en contra de Occidente, un viejo recurso muy utilizado desde los tiempos soviéticos.

Otro cálculo se sustenta en el efecto internacional. Para Biden, en Estados Unidos, la invasión de Ucrania tendría un efecto muy negativo y, seguramente, un golpe severo a su prestigio y credibilidad. Representaría el poco respeto y la pérdida de influencia que Estados Unidos ha sufrido a nivel global. Algo que a Putin le puede resultar muy benéfico en su continua estrategia por minar la democracia estadounidense.

Hacia Europa tiene efectos mixtos. Francia ha impulsado una ruta de negociación diplomática; mientras que el Reino Unido enfrenta la crisis por las fiestas de Boris Johnson y su eventual salida del gobierno; Alemania tiene a agentes rusos internos que proponen una salida negociada. En suma, desunión europea e inestabilidad, algo también muy conveniente para Putin.

El riesgo para Rusia radica en que las sanciones pueden resultar tan enérgicas cuando los integrantes de la OTAN cierren filas, que enfrente una crisis económica tan grave que pueda detonar una revuelta interna con consecuencias a mayor escala.

China hasta ahora se ha mantenido al margen, pero Putin, ajedrecista mayor, ya tuvo un encuentro con Xi Jinping para cerrar filas. Si Rusia ataca, debe tener la certeza y garantía de que China, si no estará de su lado incondicionalmente, se compromete a no intervenir, y todo parece indicar que esa garantía ya la obtuvo.

Jugando con los tiempos, Lavrov, el canciller ruso, afirma que el camino del diálogo diplomático no está cerrado del todo y que aún falta mucho para que sus demandas queden satisfechas.

Como señal pacificadora, Zelenski, presidente de Ucrania, declaró ayer que las posibilidades de unirse a la OTAN quedarán más en el terreno de los sueños, que el de una realidad cercana y alcanzable al corto plazo. El Kremlin debe haber sonreído levemente con las declaraciones. Pero aún quieren más garantías.

Por lo que todas las jugadas se controlan desde Moscú, y Putin maneja con delicadeza sus cartas.

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