El Globo

Borregos

¿La ‘mañanera’ es utilizada con excesiva frecuencia para atacar a periodistas y utilizar el denuesto y la difamación en su contra? La respuesta es un sí contundente.

El más reciente episodio internacional del presidente López Obrador extiende una larga y ominosa sombra sobre la diplomacia mexicana.

La carta enviada a los integrantes del Parlamento Europeo después de su resolución en torno a la protección de la vida de los periodistas, el acoso a quienes ejercemos esta profesión y la defensa de los derechos humanos, provocó la vergonzosa y precipitada misiva del Presidente y su coordinador de comunicación.

El texto, pobre en cuanto a sintaxis y redacción, es aún más lastimoso respecto al mensaje, la imagen y el prestigio de México en el mundo.

Tal vez usted no lo sepa, pero este país ha tenido extraordinarios representantes internacionales, diplomáticos de carrera y auténticos embajadores que, a lo largo de la historia, han contribuido a la consolidación de un prestigio y una reputación de México en el mundo.

López Obrador enloda y avergüenza a generaciones de diplomáticos.

Les llamó “borregos”, injerencistas, cómplices y un sinnúmero de insensateces.

El Presidente dice que no se reprime a nadie, y que no hay censura alguna, que el argumento de acoso a los periodistas es falso.

Vamos a ver:

¿El Presidente señala directamente a periodistas y comunicadores desde su tribuna presidencial y altamente mediática todas las semanas?

¿El Presidente descalifica, agrede, amenaza y hostiga a profesionales de la comunicación y del periodismo que cuestionan, con argumentos críticos sustentados en hechos, la gestión de su gobierno?

¿El espacio matutino es utilizado con excesiva frecuencia en atacar a periodistas y utilizar el denuesto y la difamación en su contra?

Me parece, lo someto a su consideración, que la respuesta es un sí contundente a las tres preguntas anteriores.

El titular del Ejecutivo realiza ésas y otras actividades en total falta de respeto a la libertad de expresión. Si piensa que sus acusaciones no tienen el mayor efecto en el trabajo cotidiano de sus críticos, se equivoca. Los coloca en riesgo, manipula datos e información acerca de periodistas y, más grave aún, viola la ley, porque ni siquiera él, en su infinito poder palaciego, tiene derecho a revelar datos personales de las declaraciones fiscales, propiedades, inversiones o cuentas bancarias de ningún ciudadano.

AMLO ya lo hizo, ya exhibió –de forma distorsionada y falsa– la declaración fiscal de un importante comunicador, Carlos Loret de Mola, quien, por cierto, estuvo sospechosamente ausente de su espacio habitual en radio la semana pasada. Esperemos que no se trate de ningún ejercicio de censura, bajo el camuflaje de otra razón de orden administrativa o contractual.

En otro espacio radiofónico, el de Ciro Gómez Leyva, insertaron la semana pasada la voz de un lopezobradorista destacado, Epigmenio Ibarra, hecho que fue muy criticado por la audiencia. Pareciera que el aparato de propaganda presidencial, harto de las críticas, hastiado por el “tribunal mediático” que los condena, ha decidido dar un paso a la ofensiva.

Las y los parlamentarios europeos sustentan sus señalamientos en hechos: en este país han muerto asesinados 151 periodistas en los últimos 20 años: 31 de ésos han sucedido durante este sexenio. Es un problema no resuelto y que, por el contrario, se incrementa.

El Presidente puede contar su cantaleta de que es “el neoliberalismo heredado del pasado”, pero lo cierto es que su gobierno tiene más homicidios dolosos que los anteriores y se aproxima a superar la cifra de periodistas asesinados.

No hay argumento en la defensa de un gobierno que todos los días pone en práctica técnicas y narrativas para agredir a periodistas.

El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, y los parlamentarios europeos, han hecho un llamado para que se proteja la vida de los informadores; no hay ningún intento “injerencista” en hacer un llamado a la defensa de los derechos humanos.

Aquí, como de costumbre, no sólo se niegan los hechos, sino que responde a nombre de México, con una carta patética y vergonzosa proveniente de un jefe de Estado, que daña la reputación de México en el extranjero.

Además miente, porque habla de un respaldo popular de 66 por ciento, falso al 1 de marzo, cuando su aprobación ciudadana cayó a 54 por ciento –según la encuesta de EL FINANCIERO, no la que pagan en la Presidencia.

Pero más aún, la mal llamada cuarta transformación –y es mal llamada porque aún no transforma nada para bien de México– es un movimiento en curso. La historia lo juzgará a partir de sus alcances y resultados. Si hacemos un alto al momento presente, su movimiento es un desastre total para la economía, la educación, la salud, la generación de empleos, el combate a la pobreza y, trágicamente, también las relaciones internacionales.

Los borregos, Presidente, son los legisladores, que en aras de apoyar sus ocurrencias, quieren cambiar las leyes que ellos mismos votaron y aprobaron. Ésos son los auténticos borregos, legisladores sin criterio, ética o respeto al trabajo legislativo.


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