Ya son más. La movida inicial de López Obrador para ‘representar’ a la región y exigir a Estados Unidos una invitación extendida que incluya a todos los países latinoamericanos ha sido respaldada ya por Bolivia, Argentina, Honduras y Chile. Estos países suscriben la posición de México en el sentido de que vayan todos los países del continente americano.
Sabemos con claridad que Estados Unidos no considera a Venezuela, Cuba y Nicaragua democracias, con justa razón, y por ello el argumento de no incluirlas.
El día de ayer Washington realizó una jugada interesante en el tablero diplomático: giró invitación a España, quien no está en este hemisferio ni forma parte de la región, aunque su ascendencia hispánica pudiera –a juicio del Departamento de Estado– ejercer alguna influencia a favor de la cumbre.
Hasta el día de hoy parece más bien una fiesta desangelada, puesto que no todos asistirán. La convocatoria es del 6 al 10 de junio, y el boicot no declarado por México y sus ‘países amigos’ ha provocado ya una reacción negativa para el presidente Biden y su gobierno.
Es tal la debilidad de Washington frente a América Latina, que pueden, con la mano en la cintura, desairarle la invitación. No se olvide quién fue el primero, porque ellos –se lo garantizo– no lo olvidarán.
El problema es creciente porque ahora la Caricom, la unidad de países del Caribe (15 miembros), se manifiesta a favor de la participación total como condición para asistir.
Vaya chasco el de Estados Unidos, que no contempló el desaire y la actitud desafiante de López Obrador al término de su extraviada gira por Centroamérica y el Caribe.
Ya visitó una delegación de funcionarios estadounidenses a AMLO en Palacio Nacional el pasado jueves, donde el presidente mexicano, a su más puro estilo de imponer su capricho y voluntad, escuchó poco, subrayó su posición y les agradeció su visita.
Biden invita ahora a España en calidad de país testigo, tal vez en aras de ampliar el espectro hispanoamericano y con la lejana esperanza de que lo ayude a confirmar la participación de algunos en este hemisferio. Difícilmente lo logrará, especialmente con México, que tiene esta absurda diatriba de reclamos y rencores con el gobierno español.
Así que, a unos pocos días de que se giren invitaciones formales, todo parecería indicar que la cumbre será víctima del boicot mexicano, seguido por Argentina, Bolivia, Honduras y Chile.
El caso particular de Colombia reside en el muy cerrado y competido proceso electoral que cierra en los siguientes días. De tal forma que corresponderá al nuevo presidente electo decidir si asisten o no.
Es cierto que Estados Unidos ha desatendido a América Latina, es cierto que desde los últimos y más bien tenues esfuerzos de Obama por acercarse a la región, hay una ausencia notable de atención a sus vecinos continentales por lo menos en 20 años.
Pero hay más elementos. El legado Trump y el debilitamiento internacional de Estados Unidos, una credibilidad derruida, una potencia degradada, el cero interés hacia hispanoamérica, se refleja en estos sucesivos desaires.
Biden enfrentará el dilema de cancelar la cumbre ante la aparatosa inasistencia de los países más relevantes del subcontinente, o realizarla con presencias menores: cancilleres o ministros representantes.
Se ve improbable, si no es que imposible, que Washington ceda ante la presión de convocar a las tres dictaduras de nuestro continente, con las sensibles reacciones republicanas que ello causaría.
Y por otro lado, si no pudieron convencer a López Obrador, cuya voz de conciliación podría haber sido escuchada por sus pares, se ve muy distante que Fernández de Argentina, Arce de Bolivia o cualquiera de los otros líderes asista.
Tanto AMLO en México como sus colegas sudamericanos están leyendo mal las señales. Sería mucho más provechoso participar, dialogar, construir acuerdos en un mundo que se divide y confronta cada vez más, que voltearle la cara a Washington y no sentarse a la mesa del diálogo.
Todos perdemos, pierde Estados Unidos con su tardía y desairada convocatoria, pierde México por un desplante innecesario a nuestro principal socio, aliado y vecino, pero pierden también todos los demás, por defender la absurda idea del ‘todos o ninguno’, cuando sólo tres tienen regímenes sostenidos por militares, son dictaduras operativas con procesos electorales simulados, más la abundante restricción de derechos y libertades.
¿De qué le sirve a Chile, a Honduras o a México defender a gobiernos impuestos, censores y represores? En los hechos, de nada. Jugar a la quimera de la igualdad populista.
Caro boicot el que, con torpeza y falta de cálculo, lanzó México, pensando que su convicción doblaría la política estadounidense. Error capital que pasará factura.