Como el Gran Prestidigitador, el presidente López Obrador se sacó un as de la manga al retractarse de un anunciado discurso nacionalista de defensa de la soberanía, que estaba previsto para el pasado 16 de septiembre. En su lugar, lanzó un “plan” de paz para el conflicto armado entre Rusia y Ucrania.
El discurso nacionalista estaba anunciado por él mismo: había dicho con toda claridad que fijaría su postura respecto a las demandas de empresas estadounidenses por el tema energético, que México ha pisoteado, violado preceptos del T-MEC y ofendido a inversionistas internacionales.
La visita de Antony Blinken, secretario de Estado de Estados Unidos, el pasado lunes, el contenido privado de esas conversaciones o la agenda a tratar provocaron que esa misma mañana –previo al encuentro– AMLO diera un paso atrás y anunciara el cambio en el contenido del controversial discurso “patrio”.
El resultado de este “teatro de sombras” concluyó en la propuesta de un plan de paz global que pretende proponer un diálogo entre Rusia y Ucrania para salvar vidas y detener el conflicto.
El plan es extremadamente rupestre y, por ello, ha concitado la burla internacional.
Parte de la premisa de “lo primero que habrá de preguntarnos es si no se pudo evitar la guerra y si la ONU y los políticos de las principales potencias no fallaron en promover el diálogo…”.
¿Acaso ignorará el Presidente de México que este conflicto es resultado de una invasión armada a territorio ucraniano?
¿Fallaron las potencias?
No había ningún diálogo previo. Había el contexto de que Rusia ya lo había hecho en 2014, anexándose arbitraria y unilateralmente la península de Crimea, y los intentos de Ucrania para protegerse y evitar la repetición de la historia.
Pero la visión provinciana, de quiosco; la incapacidad de condenar la invasión de forma clara, abierta y sin ambages, colocan a López Obrador como un oportunista que se “alinea con Rusia para obtener beneficios políticos”, dijo el asesor especial del presidente Zelenski, de Ucrania.
AMLO se victimiza, se tira al piso –una de sus costumbres más arraigadas– y dice que no le entendieron y que lo pusieron del lado de Rusia.
Los puntos esenciales por los cuales se puede construir una ronda de diálogo pasan, primero, por reconocer los hechos. El plan de López Obrador es ambiguo, es vago, con extensa retórica de la paz y la reconciliación de los pueblos, pero sin construir propuestas a partir de puntos de partida concretos.
Jugar al estadista mundial para distraer crisis internas no aporta mucho sentido ni contenido cuando se desconoce el terreno de debate, el contexto histórico y las posiciones de ambas naciones.
Al más puro estilo del improvisador por excelencia, en una tarde, distraído y sin trabajo, se redactó un texto para la paz global.
Fue rechazado por Ucrania, no atendido por la ONU ni tampoco por el Kremlin.
Un ridículo internacional.
En la opereta arrastra al canciller Ebrard, que de forma ingenua afirma que buscará afinar con sus contrapartes de Rusia y Ucrania puntos de acuerdo para avanzar en la propuesta de López Obrador. Vaya ridículo del Presidente mexicano, y del obsequioso señor Ebrard, que todo asiente en su sueño aspiracional por alcanzar la candidatura.
Con tal de tenerlo fuera del país, distraído en sonseras, López Obrador es capaz de mandarlo no sólo a funerales de Estado o a giras inútiles, sino a comprar algún otro insumo que falte en el país.
Marcelo Ebrard se cuenta la historia de que su disciplina y obediencia ciega –sin importar la insensatez de la ocurrencia semanal– lo colocarán como el aspirante más confiable, seguro y eficiente.
Se equivoca el canciller. El caudillo anda muy molesto por sus encuentros con empresarios, quienes, por cierto, en la imprudencia y torpeza que les caracteriza, andan impulsando y promoviendo la candidatura del secretario. Alarmados por la incapacidad de la señora Sheinbaum y la evidente posibilidad de un obradorato de facto, externan a todos quienes los quieren escuchar, que no hay mejor candidato que Marcelo Ebrard.
Para el caudillo es exactamente lo mismo que “el beso del diablo” –aquella expresión política nítida y elocuente de los años del echeverrismo en pleno.
Si ya te besó el diablo, no hay bendición ni agua bendita que te rescate.
Por último, el plan de paz global está destinado al archivo de toda iniciativa sin solidez, sin contenido profundo. Pero el pobre de Marcelo andará unos días más recorriendo oficinas y visitando funcionarios, para ver si algo se puede rescatar.
Mientras, el Congreso de Morena, a todo vapor, con el gobernador Durazo al frente del proceso. El ajedrez operado desde Palacio.